domingo, 29 de julio de 2012

¡Hasta Septiembre!

Sol,playa,luz....y mi familia...Es todo lo que necesito para estas vacaciones...

¡Nos volvemos a encontrar en Septiembre!

¡Felices vacaciones!

Txell.

¡Pórtate bien!

El otro día empecé a pensar en la cantidad de órdenes que doy cada día a mis hijos. Yo, que me considero una madre moderna y conciliadora, me estoy convirtiendo en un sargento estresado. Y además, cuanto más mando, menos caso me hacen. No sé si es el verano, el calor, las ganas de vacaciones o todo lo que está ocurriendo en este país, pero tengo la sensación de que hay cosas que se me escapan de las manos. Y no quiero. No pretendo ser una mamá perfecta, pero no quiero ser el ogro en el que me estoy convirtiendo. Bueno, el "ogrito", tampoco exageremos...

Cada día me levanto con buenos propósitos, pensando que el día va a ir bien, que no me voy a enfandar por nada y que tenemos mucha suerte porque tenemos unos hijos encantadores...Voy a su cuarto, los despierto, los abrazo y les dejo que vayan poco a poco....Pero las negociaciones empiezan enseguida..."5 minutos más"....me dice Jaume, que entre semana nunca tiene prisa..."Vale, de acuerdo"..."No, 13 minutos..."...continúa él, siempre pidiendo más....Siempre más....no vale la primera respuesta....Y yo ya empiezo a olvidarme de mis buenos propósitos, mientras preparo las bolsas de la escuela de verano y decido que ropa ponerme.

Con Jaume somnoliento y Martina a medio vestir, vuelvo a pensar que no tengo que estresarme y que tengo que ser capaz de organizarme. Respiro hondo y paso el primer tramo como puedo, intentando dar menos de 10 òrdenes. "Acábate el desayuno". "No te manches". "Lávate los dientes...¡bien!". "Ponte los zapatos". "Coge la mochila". "Corred". "Ahora no es hora de jugar". "No discutáis". "¡Deprisa!". "No hagáis ruido"...ufff...suerte que me he decidido tener una buena mañana....

El camino hasta el casal de verano sigue siendo estresante y apresurado. Además, Martina puede llevar patinete para jugar en el patio de laa escuela, pero a los pequeños, como Jaume, no les dejan. Así que la ruta es hacia adelante y atrás..."Martina, deja el patín a Jaume" "Os vais a hacer daño" y "Esperadme" es la cancioncita de cada mañana. Y me muerdo la lengua por no decir:"Se ha acabado el patinete"; con el tiempo, he aprendido a no decir cosas que después no vaya a cumplir...más que nada, para no perder credibilidad. A pesar del resumen de día cuando todavía lo estamos empezando, los despido con alegría y pienso en ellos durante toda la mañana.

Por la tarde, siguen sin parar y yo sigo de sargento estresado. El calor incrementa su actividad, en vez de dejarlos aplanados. Y su imaginación está mas activa que nunca: ven nuestro mini pasillo como un gran campo de fútbol con portería, el sofá como una cama elástica y el suelo como la gran colchoneta. Ruedas y verticales de Martina, mientras Jaume se reboza por el parket de casa, como si fuera césped.

"Pero, ¿No podéis estar quietos? Venga, que os pongo la tele un rato...", les digo, desesperada, y con un volumen de voz poco regulado. "No, no queremos tele, ¿Nos podemos disfrazar?" es la respuesta de Martina. Sorprendente, ¿qué les digo?. Tendría que estar orgullosa de que quieran seguir jugando, de que lo prefieran a estar conectados...nuestros agotadores hijos educando a su madre que busca en la tele su gran aliada.

Cedo sin estar muy convencida, buscando algo de paciencia camuflada bajo el cansancio. La encuentro, algo debilitada y me aferro a ella. Y la sonrisa me llama cuando aparecen un mini Eduard y una mini Txell que han rebuscado en nuestro armario. Olvidándome del desorden, disfruto del momento.


De repente, me veo niña y pienso qué es lo que quieren mis hijos. ¿Cómo les puedo decir que estén quietos cuando están descubriendo la vida? Quieren reír, quieren correr, jugar....y todo no puede ser una norma. Una rampa es para bajarla corriendo, cada vez más rápido...aunque te partas un diente....Y una piscina para tirarse en bomba, aunque te pegues un planchazo...El tobogán es más divertido si lo bajas del revés ...¿Por qué mamá siempre nos dice:¡Cuidado! o" No toques" "Qué es "portarse bien"...todo lo aburrido?"

Mi cabeza no para mientras los sigo observando, vestidos de mayores, pero cantando y bailando. Martina se cae tres veces con los tacones y Jaume no tiene calor con una chaqueta de invierno..es su juego y están disfrutando. Y mi rango de sargento cae unos grados, enternecido por la escena que estoy contemplando.

Quizás soy demasiado exigente con ellos: quiero que se comporten como adultos y después me da pena cuando veo que se hacen mayores. Me gusta que sean divertidos y activos cuando a veces les corto las alas. Debo guiarlos, soy su madre, mostrándoles respeto hacia los demás y ayudándoles a crecer. Pero si ahora no juegan y experimentan en estado puro, ¿cuándo lo harán?

Mientras volvemos a poner la ropa en el armario, decido colgar el uniforme, sin pasarme al otro extremo. Las madres sargento no se aceptan en vacaciones. Aunque las perfectas, tampoco.

Txell.

jueves, 12 de julio de 2012

Próxima publicación:"¡Pórtate bien!"

"¡No pongas los pies en el sofá! ¡Lávate los dientes! ¡Estate quieto! ¡No os peleéis! ¡Cómetelo todo!..." ....llevo unos días que más que una madre, parezco un sargento. El calor, las ganas de vacaciones y el clima político y social me deben tener alterada... Ufff...creo que toca respirar y relajarse...que tampoco hay que aspirar a ser la madre perfecta.

En unos días, y con más calma "¡Pórtate bien!, en el blog.

Txell.


Txell

jueves, 5 de julio de 2012

Independencia infantil

"Jaume, mira si los papás duermen", oigo medio dormida, pero estoy tan cansada que no puedo abrir los ojos y no hago demasiado caso. Es domingo y no tengo grandes obligaciones ni compromisos, así que estiro el sueño un poco más. Seguro que todavía estoy dentro de él.

Al cabo de poco rato, vuelvo a escuchar pasitos por el pasillo y trasteo de cacharros en la cocina: son los niños, no hay duda....y pese a ser domingo, ya están en acción. Hablan bajito, pero la emoción les hace ir subiendo el volumen, así que descifro algo de la conversación: "La taza de mamá, está aqui..." "¿Tienes ya los cereales?" "Voy a buscar unas natillas, que están en la nevera" "¿Tú sabes cómo se hace el café de papá?"...

Me imagino lo que están haciendo y, sinceramente, me inquieta la preparación, ya que en nuestra cocina, no está todo al alcance de niños. Pero decido relajarme: sólo el tono de ilusión que ponen en toda la preparación me alegra y tranquiliza. Decido confiar en ellos. Tienen 4 y 6 años, pero parecen un equipo organizado.

Contentos, después de haber completado su "misión", vienen a buscarnos a nuestra habitación. Yo me hago la dormida, intentando que no se me note, aparentando relajación, cuando no sé si sonreír o preocuparme.

"¡Buenos días, os hemos preparado una sorpresa!" "Venga, que ya es de día, a despertaros!". Abro los ojos y me encuentro dos niños felices y despeinados, de la mano y con las zapatillas puestas. Bostezo forzadamente y no me dejan acabar, casi sin respirar, insisten en que vayamos a la cocina. Eduard, que no se ha enterado de nada, nos sigue autómata, quizá pensando que sigue instalado en la otra dimensión, pero hace un esfuerzo por entender lo que está pasando.

"Tachán". La mesa de la cocina está preparada para desayunar. Los niños se han puesto natillas, cereales y galletas. "Mamá te hemos puesto el vaso de la Abeja Maya, porque no llegábamos a tu taza. Y la leche de soja...Y a papá, le hemos puesto Pepsi porque no sabemos hacer café"....Y siguen explicándonos la disposición de las cosas, sintiéndose mayores. Nescafé, azúcar, Nutella para Eduard, pan, tortitas...no falta ni un detalle. Los ojos se me han desenganchado de golpe y mi ternura ya se ha desperezado.

"He utilizado el cuchillo para untar la Nutella, pero ya lo he lavado para que Jaume no se hiciera daño....", nos dice Martina, emocionada. Hermana mayor que, aunque sea menuda, siempre da la talla. Sólo me "falta" el babero para empezar a desayunar, pero el día promete.

Mientras disfrutamos de la sorpresa, miro a nuestros hijos: se están haciendo mayores, al menos para mí. Pienso que hace dos días estaban en el cochecito con el chupete y a mi me parecía imposible que llegara el día en que pudiera mantener una conversación con ellos. Me pregunto donde quedan los pañales, las rabietas, las papillas, la siesta y la lactancia que tanto alargamos Jaume y yo. Sólo un recuerdo de una etapa única e intensa.

En el momento, mi disponibilidad de madre 24 horas me parecía agotadora y eterna, aunque intentaba disfrutarla como podía. Siempre soñaba con dormir un poco más. Y ahora, que parece que algún día voy a lograrlo, no sé si conseguiré el descanso. Una mezcla de orgullo y vértigo me sorprende ante nuevas etapas y diferentes compromisos. Los niños crecen, pero yo no puedo dejar de ser su madre, intentado aprender a ver las cosas con más distancia.

El domingo transcurre como la mayoría en nuestra familia: con las pilas puestas. Nuestros hijos entienden poco de descanso, así que la actividad no cesa. Pese a la lluvia, no se anulan los planes.

Por la noche y tras un día agotador, Martina y Jaume vuelven a sorprendernos, duchándose solos. Les damos un voto de confianza, sin ninguna supervisión. Reconozco que nos cuesta, deseando dar la vuelta y controlar la situación. Pero no: no hay marcha atrás, hay que dejarles disfrutar de su autonomía e independencia infantil.

Mientras tanto, preparo la cena, sintiéndome extraña, con el tiempo menos justo que normalmente y pensando en las novedades del día. Sé que pronto se convertirán en normalidad, que integraremos como rutina y, en según que momentos, como obligación. Una nueva perspectiva: ya no somos participantes, sino espectadores, pero de eso se trata. Como siempre, aprendiendo sobre la marcha.

Los niños aparecen relucientes, con más brillo que de costumbre, tienen luz en la mirada. Jaume nos explica que Martina le ha ayudado a bañarse,pero que él le ha puesto crema en la espalda. Sonrío. Hoy no hay discusiones entre hermanos: la responsabilidad les ayuda a estar totalmente coordinados.

A punto de dormir les digo que estoy muy contenta de que se hagan mayores. "¿El año que viene ya puedo ir sola al colegio?", nos pregunta, muy viva, Martina. "¿Y yo ya puedo ver "Los Vengadores"?" añade Jaume.

Río con ellos y les intento explicar que no hay prisa, que todo irá viniendo poco a poco. "Vale, yo veré "Los Vengadores" cuando tenga 8 años", dice Jaume convencido.

"Ya veremos", es mi frase, intentando concretar poco.

Después de las "buenas noches" vuelvo a oír la vocecita de Jaume:"Mamá, ¿cómo se hace para tener 8 años mañana?". Y, por un instante, la sensación de que el tiempo vuela vuelve a hacerme sentir vértigo.

Txell.

lunes, 2 de julio de 2012

Próxima publicación: "Independencia infantil"

Hoy, nuestros hijos, Martina y Jaume, nos han preparado el desayuno y se han duchado solos...Con 4 y 6 años empiezan a despegarse y a hacerse mayores, orgullosos de cierta independencia infantil. Y yo, después de desear que llegara este momento, ahora siento nostalgia y cierto vértigo. En unos días, el próximo post.


Txell