viernes, 22 de junio de 2012

Fin de curso

Acaba de finalizar el año escolar. Un curso más, cómo pasa el tiempo. Los niños lo marcan, creciendo, cambiando y aprendiendo. A veces me pregunto si tienen la misma noción que nosotros: Martina me dice que este curso le ha pasado rápido y Jaume ni se lo plantea.

Yo, en cambio, recuerdo los años escolares lentos, el paso del otoño al invierno interminable y la llegada de la primavera infinita: quizá es porque antes todo estaba menos programado y nos teníamos que distraer y motivar, muchas veces, por nuestra cuenta. Ahora, en cambio, están llenos de actividades y sobreestimulados. ¿Progreso? Creo que cada época tiene sus ventajas.

Lo cierto es que los niños están nerviosos, eléctricos y podría decir que hasta insoportables. El calor, fiestas, colonias, competiciones y festivales de este junio los tiene algo más alterados. Jaume ha vuelto a su "sordera infantil selectiva" que tan nerviosa me pone y Martina está algo contagiada de la repelencia que debe pupular por su clase: tiene 6 años, alguien me dijo una vez que esta edad tenía algún tinte de primera adolescencia, aunque también tiene su encanto.

Y yo, dejándome llevar, estoy algo más histérica (quizá también porque sumo los "festivales" que tenemos últimamente en el trabajo), aunque intento respirar profundamente y procuro contenerme, viviendo intensamente los festejos escolares.

Álbums, manualidades, notas, informes, revistas del colegio, libros...los niños, estos días, salen cargados. La verdad es que no sabemos si tendremos tiempo de revisar y saborear cada álbum y encontrar un sitio para cada cosa. Sus recuerdos y sus trabajos llenos de colorido muestran su mundo infantil, sencillo y puro, y denotan su personalidad con rasgos bien claros desde niños. No queremos borrar sus recuerdos y sus huellas, así que siempre intentamos guardarlos en algún cajón para disfrutarlos con el tiempo.

Ellos están felices, esperando las vacaciones después de todo el curso, aunque también añorando los días pasados. Martina, sensible y responsable, nos dice que echará de menos a su profesora y a su clase. Jaume, en cambio, lleva toda la semana preguntándonos si es el último día: espíritu libre que se adapta a las normas escolares pero que no sufre si las pierde de vista.

Merecido descanso, los dos se han esforzado. Pensándolo bien, todos lo hemos hecho y hemos vivido este curso con intensidad: letras y números por todas partes, una gastroenteritis severa, una gripe infantil y otra adulta, una uña del pie que ha vuelto a crecer, alguna tos....Primeras competiciones, nuevo colegio para Martina, amistades y desengaños.... Futbol y más futbol con Messi a todas horas... Caídas, rodillas peladas, rodilleras y más rodilleras. Conversaciones entre hermanos más profundas, más compartir y más discutir. Preguntas difíciles y juegos diferentes.

Padres que se entrenan, que se equivocan, que se desesperan y que lo vuelven a intentar. Alguna compensación, grandes sonrisas y lágrimas. Confidencias y preocupaciones, comprensión y empatía . Padres que lo intentan, y con todo el cariño. Paciencia desgastada y restaurada... Energía a tope y agotamiento...Pero muchas ganas de ver cómo siguen creciendo, curso tras curso, con todo nuestro apoyo, sin limitar el rumbo de su vida.

Y sin dejar que me invada más la meláncolia, cierro esta etapa mirando unos cuantos dibujos de nuestros hijos. Me quedo especialmente con dos: uno de la familia, hecho por Martina y lleno de cariño, y un autorretrato hecho por Jaume, en el que sus rizos presiden el papel. Sus trabajos del curso siempre consiguen dibujar mi mejor sonrisa.



viernes, 15 de junio de 2012

El regalo de Carol

Hace tiempo que quería escribir este post, pero por diversos motivos, siempre se ha quedado a medias y nunca lo he publicado.

Pero hoy sí: hoy tengo ganas de sonreír un poco y de transmitir algo de alegria, después de una semana en que las noticias laborales no han sido ni agradables, ni esperanzadoras. Además, escribiendo también me olvido de lo mucho que estoy echando de menos a Martina, que se ha ido de colonias tres días....(qué ganas tengo de darle un achuchón...y yo que pensaba que era una madre moderna...).

La pequeña historia comienza con Carol, una buena amiga, sincera y clara. Una amiga que siempre es franca conmigo, transmitiéndome su visión de algunos temas que me han hecho pensar y ponerme en mi sitio(seguro que ahora piensa: "Ay, Meri" y se muere de vergüenza, pero lo que digo es verdad).

Carol tiene un gran cariño por Martina y Jaume y, aunque los ve poco, siempre pregunta por ellos y está pendiente de sus cosas. Sabe que soy una mamá encantada con mis niños así que, entre temas laborales y personales, ellos tienen un hueco. A veces le sorprenden las cosas que explico, ya que ella no es madre, pero escucha con paciencia sus historias y reímos con las ocurrencias de los dos. Y cuando los ve en directo y en plena acción me "compadece" por el desgaste debido a su energía.

Un día me dio un regalo para los niños. Con alguna duda, me dijo que no sabía si les iba a gustar. "No te preocupes, a los niños les gusta todo", le dije convencida.

Llegué a casa con dos regalos, uno para cada uno. Papel de colores con una piruleta que envolvía una sorpresa: un regalo atractivo. "¿Qué es, qué es?" preguntaban los niños emocionados. "¿Una Wii?", preguntaba Jaume, que siempre espera este regalo...(pobre, creo que, con cuatro años, tendrá que seguir esperando....).

Impacientes, los niños abrieron los paquetes que contenían dos bufandas hechas a mano y llenas de colorido. A mí me hicieron especial ilusión.

"Qué bonitas", me apresuré yo. "Vamos a hacer alguna foto y se la enviamos a Carol..."

Sin prestar mucha atención a las reacciones de los niños, empecé a disparar. Jaume no parecía muy convencido, pero Martina bailaba y se enrollaba la bufanda...."Venga, Jaume, sonríe....que te enseño la foto, ya verás qué chula..."...

Y aquí está la imagen que enviamos, con un texto que ponía: "Muchas gracias, Carol, los niños están encantados".
Al dia siguiente, Carol me volvió a preguntar por las bufandas, si realmemte les habían gustado, ya que, al no estar en el mundo de los niños, un regalo es mucho más complicado.

Y con una buena amiga como ella, no hay secretos, ni un "quedar bien", ni medias tintas...."Bueno, Martina, quedó muy contenta, pero Jaume esperaba otra cosa....". Y le enseñé la primera foto, la imagen de la reacción.
Sobran las palabras....la caída de ojos, de brazos,las gafas.....hasta la piruleta y los rizos tiran hacia abajo....Naturalidad de un niño al que intentamos enseñar a ser agradecido...espontaneidad del primer momento que no pretende disimular....

Foto para el recuerdo: es auténtica. Una imagen que a Carol y a mí nos sigue haciendo reír y que refuerza nuestra relación tan sincera. Así da gusto.

Txell

miércoles, 13 de junio de 2012

Parecidos razonables

Siempre me han gustado las fotos. Imágenes con mil matices que pueden decir muchas cosas. Un instante, un momento, un flash... que capta una persona y que transmite la cámara.

Después, el recuerdo queda para siempre, y según el estado de ánimo me inspira diferentes sentimientos. La foto expresa lo que se ve y lo que no se ve y puede llegar a trasladarnos a otros lugares y a acercarnos en la distancia.

Desde que soy madre, nuestros hijos son mis improvisados modelos. Procuro que no se enteren, para que no se pierda espontaneidad, aunque no siempre es fácil llevando una cámara a cuestas. A ellos, niños del siglo XXI, les gusta verlas en el momento y he de ser disimulada para que no se den cuenta.

En cambio, yo prefiero contemplar el resultado con calma. Disfruto viendo como crecen, como sonríen y río con su frescura y espontaneidad, como niños que son. Fotos divertidas, tiernas, bonitas, sorprendentes, buscadas y no buscadas....todas me acaban emocionando porque despiertan en mi mil recuerdos.

El otro día me quedé con una: después de un dia intenso para todos y especialmemte para Martina, se quedó dormida en el sofá. Su imagen me inspiró y le hice una foto, esperando transmitir la paz que expresaba. Y el resultado, no me decepcionó.


Tranquila, serena y plácida...nuestro terremoto disfrutando de un descanso más que anunciado. Una foto especial para mi, llena de ternura....y que me ha transportado a mi infancia.
Esta imagen ha conseguido volverme a hacer niña y recordar cuando yo también dormía sin grandes preocupaciones. Me ha hecho recordar cuando mi padre, seguramente movido por el mismo instinto y sentimiento que yo, cogió su cámara y me hizo una foto muy parecida, disfrutando también del resultado.


Siempre me ha gustado. Mi padre la tituló "la conciencia tranquila" y no pudo estar más acertado.

Comparo las fotos y me gusta verme, por unos instantes, reflejada en Martina, recuperando esa inocencia infantil que a nadie le gusta perder. Es como si se repitiera la historia, 35 años después, a través de una foto que evoca buenos recuerdos y anima el deseo que Martina siempre disfrute de sus sueños. Como madre, haré lo posible porque nunca los pierda.

Txell.

martes, 5 de junio de 2012

Preparando la maleta de colonias

Lunes. 6:30 de la mañana. Noto unos golpecitos en la espalda. Abro los ojos. Es Jaume, nuestro hijo de 4 años. "¿Preparamos la maleta para las colonias?". De pronto, lo veo mayor. Por unos segundos, su cara de trasto achuchable desaparece, y aparece un niño responsable. "Déjame un ratito más, Jaume, hasta que suene el despertador....y la preparamos juntos...."...

Jaume se acurruca a mi lado y me abraza, casi estrujándome. Hoy marcha de colonias y hay sesión extra de mimos. Y la verdad, no sé quién se aprovecha más de la situación, porque a mi me encantan estos momentos y procuro disfrutarlos. Sé que llegará un día en que estos abrazos no serán para mi, pero ahora no es la hora de pensarlo.

El despertador suena. Es hora de ponerse en marcha y Jaume, amoroso, se ha quedado dormido a mi lado. No lo despierto. Prefiero una primera organización somnolienta para después ponernos todos en marcha. Después de un fin de semana bien aprovechado y en buena compañía, ayer llegamos a Barcelona demasiado tarde como para pensar en bolsas y excursiones, confiando en el despertador de esta mañana. En casa ya nos hemos acostumbrado a los nervios de última hora y la presión e, increíblemente, las cosas acaban saliendo. No doy para más, no tengo máquina del tiempo.

Repaso la lista de cosas necesarias para las colonias. Después de tres minutos de colapso, me centro y preparo la sala de operaciones, que es la mesa del comedor. Cojo el rotulador permanente para marcar todo en tres segundos: el neceser con el cepillo y la pasta, que ya sé que acabará un poco pringosa; la proteccion solar extrema para niños blanquitos; la mini toalla que no ocupa y la protección de labios, que no entiendo muy bien por qué nos la han pedido. No incluyo el peine que, aunque sale en la lista, considero innecesario para los rizos desordenados de nuestro hijo: no lo veo peinándose en dos días de excursión. No me olvido de la pulsera antimoquitos: la verdad es que pensaba que era una chorrada pero, al no encontrar las pegatinas de repelente en la farmacia, he rectificado y me he adaptado a la situación....y hasta me hace gracia, colocada en el tobillo de Jaume, ya que su muñeca, aparte de estrecha, corre el riesgo de continua manipulación, fruto de los nervios de sus días de independencia.

Cuando ya estoy medio organizada, los niños y Eduard se despiertan y colaboran en el montaje. Eduard, experto en puzzles, coloca ordenadamente todas las cosas en la maleta: el juego de cama, ropa de recambio (he tenido tiempo hasta para dudar si le ponía manga corta o larga y del grosor del pijama), chaqueta, bambas....Jaume se distrae con la linterna y las lucecitas, mientras Martina quiere participar haciendo el mismo trabajo de su padre. Cada uno con su rol y, a pesar de los nervios y la prisa, va saliendo el trabajo.

Cantimplora con agua, bolsas de plástico para urgencias o para la ropa salpicada de tierra, gorra y zapatillas de plástico, varias explicaciones a Jaume de donde están las cosas (cuando seguro que se ha enterado a la primera)....creo que ya lo tenemos todo.....

"¡Falta una cosa!", dice Jaume, apareciendo sonriente con su peluche de los Clanners....un mini muñeco, amarillo y desgastado por el uso, que va a ser su compañero nocturno y que le ayudará a encarar con más compañía su noche de aventura....El niño mayor que me ha despertado esta mañana vuelve a ser el Jaume de siempre. Y me gusta: no hay prisa por crecer ni quemar etapas, sólo tiene cuatro años. Emocionado, lo coloca la maleta y Martina le ayuda a cerrarla.

Después de desayunar, Jaume ya está preparado con el chandal del colegio, la gorra por la que asoma su "melena" y la maleta de ruedas que no para de recorrer la casa. Jaume la arrastra, haciendo prácticas de conducción en un pasillo de reducidas dimensiones.

Saliendo de casa, Martina y Jaume, espontáneamente, se dan un gran abrazo. "Que te lo pases bien" "Y tú también....". ...Me enternecen estos momentos y pienso, que este cariño entre los dos significa que algo estamos haciendo bien. Disfruto de la escena sin cámara, pero el objetivo de mi retina llega directamente a mi corazón.

Ya en la puerta del colegio, nos encontramos con todos los padres, preparados para despedir a sus hijos. Caras sonrientes, expectantes, emocionadas o contenidas, esperando la entrada en el autocar de nuestros niños. Cuando aparecen, todos nos transformamos, buscando al nuestro, con saludos que no paran, diciéndoles cosas como si nos oyeran entre el barullo de la gente y deseando volverlos a abrazar una vez más.

Nuestros hijos sonríen, saludan, tiran besos y también se emocionan. Momento corto, pero intenso. Y mientras adivino la silueta de Jaume a través del cristal del autocar, sólo pienso en todo lo que va disfrutar, aunque sé que, insconcientemente, ya lo estoy echando de menos.