domingo, 9 de diciembre de 2012

Despedida

Después de una época en la que he compartido con vosotros/as un trocito de nuestra vida y experiencia como madre, he decidido terminar las publicaciones en este blog.

Ha sido una experiencia que me ha aportado mucho, y he recibido el apoyo de mucha gente que se ha sentido identificada, que le gustaba como escribía y que se ha emocionado y entretenido...Pero creo que ha llegado el momento de dejarlo: quedará como un regalo para nuestros hijos, para cuando sean algo más mayores. Creo que les gustará leerlo.

Seguiré escribiendo y, quizá algún día me animo a publicar alguna cosa, pero no será tan personal. Martina y Jaume han sido los protagonistas indiscutibles de este blog y, ahora, lo seguirán de nuestras vidas, pero a nivel personal y no público. Ahora están creciendo y son más conscientes de todo, por lo que sus experiencias se compartirán con quien ellos quieran.

Un beso para todos,

Txell.


Txell

martes, 27 de noviembre de 2012

¡Queremos un hermanito!

""Mamá, ¿Por qué no tenemos un hermanito?", me pregunta Martina. "Sería tan mono...", dice cariñosa. "¿Y yo no soy mono?", pregunta, Jaume, con cara de circunstancias. "Si, pero ya has crecido", le contesta su hermana, sin disimular que la relación entre ellos está cambiando.

Los niños crecen y, desde hace más tiempo del que creemos, Jaume ha dejado de ser nuestro bebé. Es un niño, cada día más autónomo e independiente. Y aunque su hermana lo sigue queriendo con locura, ya no lo cuida ni lo protege de una forma tan especial. Ahora es su compañero, amigo en las conversaciones y rival en las discusiones. Relación de igual a igual, aunque la admiración de nuestro pequeño hacia su hermana siga existiendo.

Mientras los miro y observo a nuestra pareja, el "pressing" continua:" “Mamá si tuviéramos un hermanito yo lo cuidaría. Y le haríamos sitio en el coche, lo pasearíamos y le enseñaríamos las letras"...."Y yo le enseñaría a jugar al fútbol...y lo bañaríamos todos juntos"..."Y lo traeríais al colegio, con el cochecito..."...¡Qué idílico! Visto así la idea parece perfecta...no nos iban a faltar manos.

Y así, el día transcurre entre planes y conversaciones de bebés intercaladas con deberes y actividades centradas en sus cinco y siete años. Y a mí me da por pensar, como siempre, imaginar y volar. Si me dejara llevar por el corazón la idea sería más que emocionante. Y sin saber cómo, me traslado en dos segundos al pasado.

Un pasado lleno de recuerdos desde que empezó la relación con nuestros hijos. Momentos intensos y vividos con ilusión ante la llegada de dos seres que han llenado y cambiado nuestras vidas.

Recuerdo especialmente el día que supimos que íbamos a ser papás. La intuición no nos falló, ya que la sensación de mareo y de ir en barco no la había tenido hasta ese momento. Recuerdo la emoción, como algo indescriptible, una mezcla entre salto al vacío y proyecto muy deseado. Planes, ganas de ser padres y cariño y más cariño mientras mi barriga crecía y crecía. Y a pesar de las dudas, temores e inconsciencia, la vivencia nos llenaba e, ilusionados, pensábamos en nuestro futuro.

La llegada de nuestros hijos cambió nuestra organización familiar. La distribución del tiempo adquiría una dimensión desconocida y los planes se deshacían según las urgencias. Con ganas de ser unos buenos padres, no nos quitábamos la “L” de prácticas, en un examen en el que nunca se aprueba del todo porque siempre vas aprendiendo.

Martina y Jaume, nuestros hijos, nos han transformado. Nunca seremos los de antes pero, ahora, después de todos estos años, pienso que todos hemos crecido, no sólo los niños. Y, cuando los veo como personitas, con las historias e historietas de su día a día, sus sentimientos y sus preguntas, sé que, a pesar del esfuerzo, las dudas, el cansancio y de todo lo que comporta, me gusta haber cambiado. Altruismo parental, eso es lo que nos ayuda a tener los pies bien pegados a la realidad. Me gusta la sencillez con la que los niños te muestran lo que realmente importa.

Y ahora, piensan en un hermanito y yo, inconscientemente, me enternezco cuando veo a alguna amiga embarazada, compartiendo sus inquietudes, reviviendo aquellos momentos, recordando el olor de nuestros bebés y la dulzura de las miradas. A veces, me gustaría volver a entrar en aquella dimensión en la que el tiempo y el paso de las horas carecían de importancia y la desconexión del mundo te llevaba a otras realidades: madre, sólo eso, encantada y cautivada en un entorno de pañales, cochecitos y paseos a media mañana.

Mientras el corazón sigue mandando sobre mi razón, los niños frenan mi pensamiento. Una lista de nombres, de niño y de niña, aparecen en un papel con letras infantiles de todo tipo. No se ponen de acuerdo, pero ellos ya lo tienen todo planeado. Martina me dice:"Hemos pensado que, a lo mejor, tienes gemelos, y cada uno de nosotros elegirá un nombre". Jaume asiente, sonriendo, compartiendo la idea de su hermana. (...). Y yo también rio, nerviosa, volviendo a la realidad y, pensando lo afortunada que soy compartiendo mi vida con ellos. De momento, los números pares me gustan demasiado como para tentar a la suerte. Así que la idea os la dejo a los más valientes.

Txell

miércoles, 17 de octubre de 2012

¿Cuándo podremos-iremos-haremos?

Todos los que me conocéis, lo sabéis: soy una persona que intento tener una visión optimista de las cosas. Con los pies en la tierra, la mayoría de veces, intento disfrutar del presente y de lo que me ofrece. Pienso que la vida son momentos que se tienen que aprovechar.

Sin embargo, mi cabeza siempre da vueltas, haciendo planes, mirando hacia el futuro y pensando en proyectos personales. Soy una hiperactiva mental: el botón de "off" pocas veces aparece en mi cerebro. Suelen ser pensamientos pero, si estos se verbalizan, hay que tener paciencia para estar a mi lado, ya que mis neuronas pisan bastante poco el freno.

A veces creo que nuestros hijos lo han heredado. Su código genético lleva impreso el sello de su madre y no se cansan nunca de idear, preguntar, jugar y programar. Se levantan por la mañana y ya me preguntan qué harán por la tarde, el viernes preguntan por el fin de semana y llevan semanas escribiendo la carta de los Reyes Magos (por si acaso no les llega).

Aunque les invitamos a disfrutar del momento, siempre están unos pasos más allá. "¿Cuándo podremos conducir una moto?" "¿Y hacer una fiesta de pijamas." "¿Y cuándo iremos a la nieve?" "¿Hoy haremos un pastel o cogeremos las bicicletas." "Cuando sea mayor..." "Cuándo sea un padre"...Da igual lo que estemos haciendo: apenas finalizado ( o no) ya están pensando en lo siguiente. Por no añadir la frase: "Cuándo me comprarás.", en continua comparación con los niños y niñas de la clase, que parece que siempre tengan lo último de lo último.

Un día, en uno de nuestros intentos de paseos relajados por el bosque, mientras Martina y Jaume no paraban de hablar de los planes que tenían cuando fueran mayores, Eduard, (el más tranquilo de todos), les preguntó si querían escuchar una historia. Los niños, encantados siempre con las explicaciones de su papá, no lo dudaron. Y él empezó así:

"Había una vez un niño ( o niña) que quería ser mayor, que no quería ser pequeño, para poder hacer muchas más cosas. Un día, se encontró a un hada que le regaló un ovillo de hilo mágico y le dijo: "Este hilo es tu vida. Puedes desenrollarlo y verás como creces. Pero el ovillo no se puede volver a enrollar, ni volverte a hacer pequeño".
El niño, emocionado, empezó a estirar del hilo: en un momento, se vio conduciendo un coche: ya tenía 18 años. Siguió estirando y se vio como un padre de familia, con su mujer y tres hijos. El niño emocionado, no pudo reprimir su curiosidad y siguió estirando y estirando: sus trabajos, sus viajes, sus nietos....
De repente, vio que no podía tirar más...Se miró en el espejo y se había convertido en un viejito, muy mayor, que estaba acabando sus días. El niño intentó enrollar el hilo, para volver al principio, pero era imposible: en unas horas le había pasado toda su vida. La curiosidad había hecho que no disfrutara de ninguna etapa y que consumiera su vida sin haberla aprovechado.
Entonces se dio cuenta, demasiado tarde, de la razón que tenían los que decían que la vida es para disfrutarla, sobre todo, cuando eres niño. Y lo único que le dió tiempo fue a escribir este cuento para que a otros niños no les pasara lo mismo".

Reconozco que nuestros hijos no fueron los únicos sorprendidos con la historia. Realmente invita a pensar. ¿Hay alguien que estiraría del hilo, ni que fuera un poquito? La respuesta no es fácil, aunque yo lo tengo claro: no cedo ni un día de mi vida....Y nuestros hijos...creo que les sigue pudiendo la curiosidad infantil. Y es que el hacerse mayor, cuando eres pequeño, es de lo más tentador, ¿O no nos ha pasado a todos?


Txell

jueves, 11 de octubre de 2012

¡Felicidades Jaume!

Hoy es el cumpleaños de nuestro hijo Jaume, el pequeño de la casa, pero grande, para nosotros, en todo lo demás. Cinco años, un gran número, todos los dedos de la mano.

Nervioso, espera su día: llevamos un tiempo con la cuenta atrás, emocionado con cada resta....¡Ya falta menos! Sus bambas de Messi están impacientes...si pudieran, sus pies ya habrían corrido a calzárselas. Larga espera que por fin ha llegado.

Como con Martina, también recuerdo la primera vez que lo vi. Pensaba que con el segundo ya estaría más acostumbrada, pero mi emoción no pudo contenerse: Nuestro segundo hijo, un hermanito para Martina, que ha sido siempre su compañero y admirador inseparable.

Jaume nos ha puesto las pilas a todos. Tozudo y travieso ha puesto a prueba mi paciencia, poniéndome contra las cuerdas y demostrando que no es fácil la labor de madre. Me ha enseñado a ser humilde y a darme cuenta de mis errores, obteniendo un máster en gestión de rabietas que, poco a poco, se ha ido superando.

Creciendo con él, como madre y persona, lo he ido descubriendo y no ha dejado nunca de conquistarme. Jaume se hace querer, es el rey de nuestra casa. Ocurrente e imaginativo, a veces me gustaría ver su mundo interior, aunque creo que me perdería. Sus anécdotas y ocurrencias forman parte de nuestro día a día, con una lógica que, a veces, me desborda. Y reconozco que me derrito con sus besos y abrazos.

Hoy es su día y lo llenaremos de cariño y felicitaciones. Su pastel, sus velas y sus regalos futboleros....estaremos encantados de compartir este día a su lado.

¡Felicidades Jaume! ¡Que pases un gran día!

Eduard, Meritxell y Martina ( hermana, amiga y siempre, protectora).



Txell

martes, 9 de octubre de 2012

Nuevo concurso en la página de facebook

Estoy animada y lo he hecho. Haciendo mis pinitos como Community Manager (totalmente intuitiva), he creado un concurso en la página de facebook: "Txell: Madres que lo intentan".

Así que ya lo sabéis: si os apetece, podéis participar, poniendo vuestro granito de arena. Ya veréis que no es complicado....Y el regalo, merece la pena...;)

Nos vemos pronto,

Txell.

martes, 2 de octubre de 2012

¡Felicidades Martina!

Hoy es el cumpleaños de nuestra hija Martina...¡7 años ya, cómo pasa tiempo! Ella está emocionada esperando su día, pensando en los caramelos que va a repartir entre los niños de su clase, en que ya es mayor y en algún regalito que huele a Monster High (he acabado aceptando que es la edad).

Y yo no puedo evitar observar a nuestra hija y pensar todo lo que hemos vivido juntas, en estos 7 años que han sido para mí un regalo.

Recuerdo el día que nos conocimos, el día que vi por primera vez su carita y la dulzura de su mirada que, todavía hoy, conserva. Un estreno como madre con emoción desbordada, sabiendo que mi vida ya no sería igual, pero con ganas de compartir todo mi cariño. La palabra "infinito" me parecía simple.

Durante todo este tiempo, Martina me ha enseñado muchas cosas, aprendiendo cada día a ser mejor madre, consciente de mis fortalezas y debilidades. Haciéndose mayor, hemos vivido intensamente cada etapa y me ha hecho partícipe de sus alegrías, frustraciones, miedos e ilusiones. Vivencias intensas que han pasado más rápido de lo que esperaba, pero que he intentado disfrutar al máximo. 7 años, toda una vida para ella y para todos nosotros.

Esta noche soplará las siete velas pidiendo un deseo, o dos o tres... Es su día y me encanta que tenga sueños y ganas de perseguirlos.

¡Felicidades Martina!!!



Txell, Eduard y Jaume ( su hermano, admirador y aliado)


Txell

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Novedades en el blog: La página de facebook

Llevaba tiempo pensándolo y, al final, me he decidido. He creado una página en facebook relacionada con el blog. Se llama: "Txell: Madres que lo intentan" ( fácil de encontrar, no?).

Será una página en la misma línea, siguiendo mi tono, pero más diaria e interactiva. Temas puntuales, pequeñas ( o grandes) anécdotas, mis pensamientos y reflexiones...y alguna recomendación de enlaces que me han gustado o que me han llamado la atención. Siempre pensando en compartir vivencias y celebrar buenos momentos que, tal como está todo, últimamente escasean. Un toque de optimismo y alegría, el día a día de una madre que lo intenta.

Así que...¡Estrenamos página! Y no puedo negar que estoy ilusionada. Espero que la disfrutéis.


Txell

sábado, 22 de septiembre de 2012

Niños interactivos

Voy a la farmacia con Jaume. Le peso en una de las máquinas en las que tienes que poner una moneda. Sale el ticket con sus medidas y se lo doy.," Y este papel, ¿Para qué sirve?", me pregunta Jaume. "Te explica lo que mides y lo que pesas", le contesto. "Ahhh...¿Y nada más? ¿No sirve para participar en un concurso o alguna cosa así?"

Intentando disimular la risa que se me escapa, le explico que el papel es para guardarlo como recuerdo y para acordarte de tus medidas cuando casi tenías cinco años. Jaume asiente, pero me mira extrañado. No entiende que no haya una explicación o que el papel no sirva para obtener más cosas. Los niños de hoy en día no entienden una acción sin respuesta: todo es interactivo.

Casi sin quererlo, me traslado en el tiempo y pienso cuando yo tenía la edad de mis hijos. Éramos una generación diferente, más conformista y resignada, pero no por ello infelices, sino todo lo contrario.

Sufríamos con Heidi y Marco, pero asumíamos que la historia era así: no pensamos nunca en cambiarle el final, en rebobinar la película o hacer un montaje en el que la señorita Rotenmeier desapareciera para siempre.

Tampoco nos parecía extraño que la niña viviera en las montañas con el abuelo y sólo se alimentara de pan, queso y leche de las cabras; simplemente seguíamos la historia, llorábamos a moco tendido y esperábamos con ansia el siguiente fin de semana para volvernos a reunir todos ante la televisión del comedor, viviendo intensamente las historias de Heidi y consolándonos mutuamente. Teníamos la paciencia entrenada.

La historia de Marco era todavía más surrealista: un niño pequeño con un mono, perdido por los Andes y buscando a su mamá. Un drama en toda regla. Pero yo no recuerdo que me traumatizara: veíamos el capítulo, Marco no acababa nunca de encontrar lo que buscaba, sufríamos en el momento...pero después no le dábamos ni una vuelta más, ya que nos íbamos a jugar sin que los mayores participaran en todas nuestras historias. Y no pasaba nada: ni pesadillas, ni psicólogos infantiles...frustración y juegos, alegría y desengaños formaban parte de nuestro día a día y de nuestro crecimiento. Y a Marco y a Pippi Calzaslargas no los visitó nunca el defensor del menor, porque sus simples diálogos nos divertían y nos entretenían. Y nosotros no nos preguntábamos por qué estaban solos.

Recuerdo un respeto diferente a las personas mayores: preguntabas y pocas veces recibías la respuesta que esperabas. Quizás porque eras pequeño y no tocaba. Y con el tiempo aprendías que había un mundo de adultos diferente del de los niños y a dosificar tus preguntas. La inquietud se apaciguaba jugando en la calle, montando cabañas y construyendo nuestro mini mundo a base de imaginación.

Vuelvo a mirar a Jaume con nostalgia del tiempo pasado. Pienso en todo en lo que el mundo ha evolucionado y todas las oportunidades que ellos tienen. Información y sobreestimulación, preguntas con múltiples opciones de respuesta y protagonismo infantil exagerado. A veces pienso en cómo sería si yo hubiera tenido sus vivencias. Y no sé si me habría gustado.

"Mamá, ¿Por qué estás tan callada?", interrumpe Jaume mis pensamientos. "Estaba pensando en cuando era pequeña", le contesto, con cierto aire de melancolía. "Pero mamá, ¿Tú has sido pequeña, no has sido siempre mi mamá?". Con este planteamiento, mi añoranza se relaja y pienso que la interactividad, la inquietud y las preguntas de mis hijos hacen que la evolución no me parezca tan desafortunada.

Txell

martes, 11 de septiembre de 2012

Se acabaron las vacaciones

El otro día, Jaume, muy serio, me preguntó por qué se acababan las vacaciones.."Yo no quiero ir al colegio....¿Por qué no nos quedamos a vivir en una casita en la playa?"

Casi a punto de cumplir 5 años, nuestro hijo lo tiene claro: ha nacido para ser libre. Y por mucho que le intente explicar la suerte que tenemos al poder irnos de vacaciones, él no tiene suficiente. Las vacaciones le han parecido cortas. La idea de cambiar playa, piscina, excursiones, aire libre y libertad por una clase con 25 niños más no le parece la mejor idea.

"Yo ya sé las letras y los números....cada día puedo pintar un poco y no hace falta que vaya al colegio..."....nos dice, cómo si en las letras y los números se acabara todo el aprendizaje.

Pero, por mucho que nuestro hijo insista, la realidad es la que es: mañana acaban definitivamente las vacaciones de los niños. Casi tres meses intensos con escuelas de verano, mil actividades y, sobre todo, mucho tiempo y pocas prisas. A mi también me gustaría estar permanentemente de vacaciones.

Mientras organizo el material y las bolsas de colegio, pienso en nuestro verano en familia. Este año ha sido especial: no es que hayamos hecho grandes viajes, pero lo hemos vivido intensamente. Y hemos tenido tiempo para estar con nuestros hijos, para conocerlos más, para disfrutarlos, saborearlos y acabar más que cansados, para saber lo encantadores y lo pesados que pueden llegar a ser. Actividad incesante en la que "podemos-iremos-haremos-me comprarás" está presente en todo momento.

Días de playa y piscina en los que hemos vivido la evolución de nuestros hijos a cada momento: en verano, parece que espabilan y crecen todavía más. Días agotadores en los que, al final, sólo estábamos deseando que se durmieran enseguida para que, al minuto, quisiéramos que fuera de día para volverlos a despertar: me encantan sus sonrisas legañosas con luz estival.
Días en los que la paciencia está de mi parte y la presión no existe, donde las normas de siempre se cumplen de una forma más relajada y natural. El optimismo familiar se instala venciendo, incluso, al calor sofocante y el trote de las maletas.

Jaume tiene razón: no está mal estar siempre de vacaciones. No es mala idea. Quizás no depende sólo de una estación del año, ni unas fotos de recuerdo,sino de dar la vuelta a la rutina en la que, tan rápido, solemos instalarnos. Ilusionarnos en nuestro día a día, vivir pequeños momentos, aunque el paisaje y la temperatura cambien.

Mientras sigo tratando de convencerme, Martina, más consciente de sus responsabilidades escolares, me pregunta por la organización de sus días: "Los días que no haga gimnasia, me apuntaréis a bailar?". Y, siguiendo a su hermana, Jaume, más conscienciado añade: "Y a mi, ¿a clases extraescolares de superhéroes?"

Quizá no tenga que preocuparme tanto por su vuelta al colegio. Además, con un poco de suerte, incluso encuentro el curso que necesito de superwoman.

Txell



Txell

domingo, 29 de julio de 2012

¡Hasta Septiembre!

Sol,playa,luz....y mi familia...Es todo lo que necesito para estas vacaciones...

¡Nos volvemos a encontrar en Septiembre!

¡Felices vacaciones!

Txell.

¡Pórtate bien!

El otro día empecé a pensar en la cantidad de órdenes que doy cada día a mis hijos. Yo, que me considero una madre moderna y conciliadora, me estoy convirtiendo en un sargento estresado. Y además, cuanto más mando, menos caso me hacen. No sé si es el verano, el calor, las ganas de vacaciones o todo lo que está ocurriendo en este país, pero tengo la sensación de que hay cosas que se me escapan de las manos. Y no quiero. No pretendo ser una mamá perfecta, pero no quiero ser el ogro en el que me estoy convirtiendo. Bueno, el "ogrito", tampoco exageremos...

Cada día me levanto con buenos propósitos, pensando que el día va a ir bien, que no me voy a enfandar por nada y que tenemos mucha suerte porque tenemos unos hijos encantadores...Voy a su cuarto, los despierto, los abrazo y les dejo que vayan poco a poco....Pero las negociaciones empiezan enseguida..."5 minutos más"....me dice Jaume, que entre semana nunca tiene prisa..."Vale, de acuerdo"..."No, 13 minutos..."...continúa él, siempre pidiendo más....Siempre más....no vale la primera respuesta....Y yo ya empiezo a olvidarme de mis buenos propósitos, mientras preparo las bolsas de la escuela de verano y decido que ropa ponerme.

Con Jaume somnoliento y Martina a medio vestir, vuelvo a pensar que no tengo que estresarme y que tengo que ser capaz de organizarme. Respiro hondo y paso el primer tramo como puedo, intentando dar menos de 10 òrdenes. "Acábate el desayuno". "No te manches". "Lávate los dientes...¡bien!". "Ponte los zapatos". "Coge la mochila". "Corred". "Ahora no es hora de jugar". "No discutáis". "¡Deprisa!". "No hagáis ruido"...ufff...suerte que me he decidido tener una buena mañana....

El camino hasta el casal de verano sigue siendo estresante y apresurado. Además, Martina puede llevar patinete para jugar en el patio de laa escuela, pero a los pequeños, como Jaume, no les dejan. Así que la ruta es hacia adelante y atrás..."Martina, deja el patín a Jaume" "Os vais a hacer daño" y "Esperadme" es la cancioncita de cada mañana. Y me muerdo la lengua por no decir:"Se ha acabado el patinete"; con el tiempo, he aprendido a no decir cosas que después no vaya a cumplir...más que nada, para no perder credibilidad. A pesar del resumen de día cuando todavía lo estamos empezando, los despido con alegría y pienso en ellos durante toda la mañana.

Por la tarde, siguen sin parar y yo sigo de sargento estresado. El calor incrementa su actividad, en vez de dejarlos aplanados. Y su imaginación está mas activa que nunca: ven nuestro mini pasillo como un gran campo de fútbol con portería, el sofá como una cama elástica y el suelo como la gran colchoneta. Ruedas y verticales de Martina, mientras Jaume se reboza por el parket de casa, como si fuera césped.

"Pero, ¿No podéis estar quietos? Venga, que os pongo la tele un rato...", les digo, desesperada, y con un volumen de voz poco regulado. "No, no queremos tele, ¿Nos podemos disfrazar?" es la respuesta de Martina. Sorprendente, ¿qué les digo?. Tendría que estar orgullosa de que quieran seguir jugando, de que lo prefieran a estar conectados...nuestros agotadores hijos educando a su madre que busca en la tele su gran aliada.

Cedo sin estar muy convencida, buscando algo de paciencia camuflada bajo el cansancio. La encuentro, algo debilitada y me aferro a ella. Y la sonrisa me llama cuando aparecen un mini Eduard y una mini Txell que han rebuscado en nuestro armario. Olvidándome del desorden, disfruto del momento.


De repente, me veo niña y pienso qué es lo que quieren mis hijos. ¿Cómo les puedo decir que estén quietos cuando están descubriendo la vida? Quieren reír, quieren correr, jugar....y todo no puede ser una norma. Una rampa es para bajarla corriendo, cada vez más rápido...aunque te partas un diente....Y una piscina para tirarse en bomba, aunque te pegues un planchazo...El tobogán es más divertido si lo bajas del revés ...¿Por qué mamá siempre nos dice:¡Cuidado! o" No toques" "Qué es "portarse bien"...todo lo aburrido?"

Mi cabeza no para mientras los sigo observando, vestidos de mayores, pero cantando y bailando. Martina se cae tres veces con los tacones y Jaume no tiene calor con una chaqueta de invierno..es su juego y están disfrutando. Y mi rango de sargento cae unos grados, enternecido por la escena que estoy contemplando.

Quizás soy demasiado exigente con ellos: quiero que se comporten como adultos y después me da pena cuando veo que se hacen mayores. Me gusta que sean divertidos y activos cuando a veces les corto las alas. Debo guiarlos, soy su madre, mostrándoles respeto hacia los demás y ayudándoles a crecer. Pero si ahora no juegan y experimentan en estado puro, ¿cuándo lo harán?

Mientras volvemos a poner la ropa en el armario, decido colgar el uniforme, sin pasarme al otro extremo. Las madres sargento no se aceptan en vacaciones. Aunque las perfectas, tampoco.

Txell.

jueves, 12 de julio de 2012

Próxima publicación:"¡Pórtate bien!"

"¡No pongas los pies en el sofá! ¡Lávate los dientes! ¡Estate quieto! ¡No os peleéis! ¡Cómetelo todo!..." ....llevo unos días que más que una madre, parezco un sargento. El calor, las ganas de vacaciones y el clima político y social me deben tener alterada... Ufff...creo que toca respirar y relajarse...que tampoco hay que aspirar a ser la madre perfecta.

En unos días, y con más calma "¡Pórtate bien!, en el blog.

Txell.


Txell

jueves, 5 de julio de 2012

Independencia infantil

"Jaume, mira si los papás duermen", oigo medio dormida, pero estoy tan cansada que no puedo abrir los ojos y no hago demasiado caso. Es domingo y no tengo grandes obligaciones ni compromisos, así que estiro el sueño un poco más. Seguro que todavía estoy dentro de él.

Al cabo de poco rato, vuelvo a escuchar pasitos por el pasillo y trasteo de cacharros en la cocina: son los niños, no hay duda....y pese a ser domingo, ya están en acción. Hablan bajito, pero la emoción les hace ir subiendo el volumen, así que descifro algo de la conversación: "La taza de mamá, está aqui..." "¿Tienes ya los cereales?" "Voy a buscar unas natillas, que están en la nevera" "¿Tú sabes cómo se hace el café de papá?"...

Me imagino lo que están haciendo y, sinceramente, me inquieta la preparación, ya que en nuestra cocina, no está todo al alcance de niños. Pero decido relajarme: sólo el tono de ilusión que ponen en toda la preparación me alegra y tranquiliza. Decido confiar en ellos. Tienen 4 y 6 años, pero parecen un equipo organizado.

Contentos, después de haber completado su "misión", vienen a buscarnos a nuestra habitación. Yo me hago la dormida, intentando que no se me note, aparentando relajación, cuando no sé si sonreír o preocuparme.

"¡Buenos días, os hemos preparado una sorpresa!" "Venga, que ya es de día, a despertaros!". Abro los ojos y me encuentro dos niños felices y despeinados, de la mano y con las zapatillas puestas. Bostezo forzadamente y no me dejan acabar, casi sin respirar, insisten en que vayamos a la cocina. Eduard, que no se ha enterado de nada, nos sigue autómata, quizá pensando que sigue instalado en la otra dimensión, pero hace un esfuerzo por entender lo que está pasando.

"Tachán". La mesa de la cocina está preparada para desayunar. Los niños se han puesto natillas, cereales y galletas. "Mamá te hemos puesto el vaso de la Abeja Maya, porque no llegábamos a tu taza. Y la leche de soja...Y a papá, le hemos puesto Pepsi porque no sabemos hacer café"....Y siguen explicándonos la disposición de las cosas, sintiéndose mayores. Nescafé, azúcar, Nutella para Eduard, pan, tortitas...no falta ni un detalle. Los ojos se me han desenganchado de golpe y mi ternura ya se ha desperezado.

"He utilizado el cuchillo para untar la Nutella, pero ya lo he lavado para que Jaume no se hiciera daño....", nos dice Martina, emocionada. Hermana mayor que, aunque sea menuda, siempre da la talla. Sólo me "falta" el babero para empezar a desayunar, pero el día promete.

Mientras disfrutamos de la sorpresa, miro a nuestros hijos: se están haciendo mayores, al menos para mí. Pienso que hace dos días estaban en el cochecito con el chupete y a mi me parecía imposible que llegara el día en que pudiera mantener una conversación con ellos. Me pregunto donde quedan los pañales, las rabietas, las papillas, la siesta y la lactancia que tanto alargamos Jaume y yo. Sólo un recuerdo de una etapa única e intensa.

En el momento, mi disponibilidad de madre 24 horas me parecía agotadora y eterna, aunque intentaba disfrutarla como podía. Siempre soñaba con dormir un poco más. Y ahora, que parece que algún día voy a lograrlo, no sé si conseguiré el descanso. Una mezcla de orgullo y vértigo me sorprende ante nuevas etapas y diferentes compromisos. Los niños crecen, pero yo no puedo dejar de ser su madre, intentado aprender a ver las cosas con más distancia.

El domingo transcurre como la mayoría en nuestra familia: con las pilas puestas. Nuestros hijos entienden poco de descanso, así que la actividad no cesa. Pese a la lluvia, no se anulan los planes.

Por la noche y tras un día agotador, Martina y Jaume vuelven a sorprendernos, duchándose solos. Les damos un voto de confianza, sin ninguna supervisión. Reconozco que nos cuesta, deseando dar la vuelta y controlar la situación. Pero no: no hay marcha atrás, hay que dejarles disfrutar de su autonomía e independencia infantil.

Mientras tanto, preparo la cena, sintiéndome extraña, con el tiempo menos justo que normalmente y pensando en las novedades del día. Sé que pronto se convertirán en normalidad, que integraremos como rutina y, en según que momentos, como obligación. Una nueva perspectiva: ya no somos participantes, sino espectadores, pero de eso se trata. Como siempre, aprendiendo sobre la marcha.

Los niños aparecen relucientes, con más brillo que de costumbre, tienen luz en la mirada. Jaume nos explica que Martina le ha ayudado a bañarse,pero que él le ha puesto crema en la espalda. Sonrío. Hoy no hay discusiones entre hermanos: la responsabilidad les ayuda a estar totalmente coordinados.

A punto de dormir les digo que estoy muy contenta de que se hagan mayores. "¿El año que viene ya puedo ir sola al colegio?", nos pregunta, muy viva, Martina. "¿Y yo ya puedo ver "Los Vengadores"?" añade Jaume.

Río con ellos y les intento explicar que no hay prisa, que todo irá viniendo poco a poco. "Vale, yo veré "Los Vengadores" cuando tenga 8 años", dice Jaume convencido.

"Ya veremos", es mi frase, intentando concretar poco.

Después de las "buenas noches" vuelvo a oír la vocecita de Jaume:"Mamá, ¿cómo se hace para tener 8 años mañana?". Y, por un instante, la sensación de que el tiempo vuela vuelve a hacerme sentir vértigo.

Txell.

lunes, 2 de julio de 2012

Próxima publicación: "Independencia infantil"

Hoy, nuestros hijos, Martina y Jaume, nos han preparado el desayuno y se han duchado solos...Con 4 y 6 años empiezan a despegarse y a hacerse mayores, orgullosos de cierta independencia infantil. Y yo, después de desear que llegara este momento, ahora siento nostalgia y cierto vértigo. En unos días, el próximo post.


Txell

viernes, 22 de junio de 2012

Fin de curso

Acaba de finalizar el año escolar. Un curso más, cómo pasa el tiempo. Los niños lo marcan, creciendo, cambiando y aprendiendo. A veces me pregunto si tienen la misma noción que nosotros: Martina me dice que este curso le ha pasado rápido y Jaume ni se lo plantea.

Yo, en cambio, recuerdo los años escolares lentos, el paso del otoño al invierno interminable y la llegada de la primavera infinita: quizá es porque antes todo estaba menos programado y nos teníamos que distraer y motivar, muchas veces, por nuestra cuenta. Ahora, en cambio, están llenos de actividades y sobreestimulados. ¿Progreso? Creo que cada época tiene sus ventajas.

Lo cierto es que los niños están nerviosos, eléctricos y podría decir que hasta insoportables. El calor, fiestas, colonias, competiciones y festivales de este junio los tiene algo más alterados. Jaume ha vuelto a su "sordera infantil selectiva" que tan nerviosa me pone y Martina está algo contagiada de la repelencia que debe pupular por su clase: tiene 6 años, alguien me dijo una vez que esta edad tenía algún tinte de primera adolescencia, aunque también tiene su encanto.

Y yo, dejándome llevar, estoy algo más histérica (quizá también porque sumo los "festivales" que tenemos últimamente en el trabajo), aunque intento respirar profundamente y procuro contenerme, viviendo intensamente los festejos escolares.

Álbums, manualidades, notas, informes, revistas del colegio, libros...los niños, estos días, salen cargados. La verdad es que no sabemos si tendremos tiempo de revisar y saborear cada álbum y encontrar un sitio para cada cosa. Sus recuerdos y sus trabajos llenos de colorido muestran su mundo infantil, sencillo y puro, y denotan su personalidad con rasgos bien claros desde niños. No queremos borrar sus recuerdos y sus huellas, así que siempre intentamos guardarlos en algún cajón para disfrutarlos con el tiempo.

Ellos están felices, esperando las vacaciones después de todo el curso, aunque también añorando los días pasados. Martina, sensible y responsable, nos dice que echará de menos a su profesora y a su clase. Jaume, en cambio, lleva toda la semana preguntándonos si es el último día: espíritu libre que se adapta a las normas escolares pero que no sufre si las pierde de vista.

Merecido descanso, los dos se han esforzado. Pensándolo bien, todos lo hemos hecho y hemos vivido este curso con intensidad: letras y números por todas partes, una gastroenteritis severa, una gripe infantil y otra adulta, una uña del pie que ha vuelto a crecer, alguna tos....Primeras competiciones, nuevo colegio para Martina, amistades y desengaños.... Futbol y más futbol con Messi a todas horas... Caídas, rodillas peladas, rodilleras y más rodilleras. Conversaciones entre hermanos más profundas, más compartir y más discutir. Preguntas difíciles y juegos diferentes.

Padres que se entrenan, que se equivocan, que se desesperan y que lo vuelven a intentar. Alguna compensación, grandes sonrisas y lágrimas. Confidencias y preocupaciones, comprensión y empatía . Padres que lo intentan, y con todo el cariño. Paciencia desgastada y restaurada... Energía a tope y agotamiento...Pero muchas ganas de ver cómo siguen creciendo, curso tras curso, con todo nuestro apoyo, sin limitar el rumbo de su vida.

Y sin dejar que me invada más la meláncolia, cierro esta etapa mirando unos cuantos dibujos de nuestros hijos. Me quedo especialmente con dos: uno de la familia, hecho por Martina y lleno de cariño, y un autorretrato hecho por Jaume, en el que sus rizos presiden el papel. Sus trabajos del curso siempre consiguen dibujar mi mejor sonrisa.



viernes, 15 de junio de 2012

El regalo de Carol

Hace tiempo que quería escribir este post, pero por diversos motivos, siempre se ha quedado a medias y nunca lo he publicado.

Pero hoy sí: hoy tengo ganas de sonreír un poco y de transmitir algo de alegria, después de una semana en que las noticias laborales no han sido ni agradables, ni esperanzadoras. Además, escribiendo también me olvido de lo mucho que estoy echando de menos a Martina, que se ha ido de colonias tres días....(qué ganas tengo de darle un achuchón...y yo que pensaba que era una madre moderna...).

La pequeña historia comienza con Carol, una buena amiga, sincera y clara. Una amiga que siempre es franca conmigo, transmitiéndome su visión de algunos temas que me han hecho pensar y ponerme en mi sitio(seguro que ahora piensa: "Ay, Meri" y se muere de vergüenza, pero lo que digo es verdad).

Carol tiene un gran cariño por Martina y Jaume y, aunque los ve poco, siempre pregunta por ellos y está pendiente de sus cosas. Sabe que soy una mamá encantada con mis niños así que, entre temas laborales y personales, ellos tienen un hueco. A veces le sorprenden las cosas que explico, ya que ella no es madre, pero escucha con paciencia sus historias y reímos con las ocurrencias de los dos. Y cuando los ve en directo y en plena acción me "compadece" por el desgaste debido a su energía.

Un día me dio un regalo para los niños. Con alguna duda, me dijo que no sabía si les iba a gustar. "No te preocupes, a los niños les gusta todo", le dije convencida.

Llegué a casa con dos regalos, uno para cada uno. Papel de colores con una piruleta que envolvía una sorpresa: un regalo atractivo. "¿Qué es, qué es?" preguntaban los niños emocionados. "¿Una Wii?", preguntaba Jaume, que siempre espera este regalo...(pobre, creo que, con cuatro años, tendrá que seguir esperando....).

Impacientes, los niños abrieron los paquetes que contenían dos bufandas hechas a mano y llenas de colorido. A mí me hicieron especial ilusión.

"Qué bonitas", me apresuré yo. "Vamos a hacer alguna foto y se la enviamos a Carol..."

Sin prestar mucha atención a las reacciones de los niños, empecé a disparar. Jaume no parecía muy convencido, pero Martina bailaba y se enrollaba la bufanda...."Venga, Jaume, sonríe....que te enseño la foto, ya verás qué chula..."...

Y aquí está la imagen que enviamos, con un texto que ponía: "Muchas gracias, Carol, los niños están encantados".
Al dia siguiente, Carol me volvió a preguntar por las bufandas, si realmemte les habían gustado, ya que, al no estar en el mundo de los niños, un regalo es mucho más complicado.

Y con una buena amiga como ella, no hay secretos, ni un "quedar bien", ni medias tintas...."Bueno, Martina, quedó muy contenta, pero Jaume esperaba otra cosa....". Y le enseñé la primera foto, la imagen de la reacción.
Sobran las palabras....la caída de ojos, de brazos,las gafas.....hasta la piruleta y los rizos tiran hacia abajo....Naturalidad de un niño al que intentamos enseñar a ser agradecido...espontaneidad del primer momento que no pretende disimular....

Foto para el recuerdo: es auténtica. Una imagen que a Carol y a mí nos sigue haciendo reír y que refuerza nuestra relación tan sincera. Así da gusto.

Txell

miércoles, 13 de junio de 2012

Parecidos razonables

Siempre me han gustado las fotos. Imágenes con mil matices que pueden decir muchas cosas. Un instante, un momento, un flash... que capta una persona y que transmite la cámara.

Después, el recuerdo queda para siempre, y según el estado de ánimo me inspira diferentes sentimientos. La foto expresa lo que se ve y lo que no se ve y puede llegar a trasladarnos a otros lugares y a acercarnos en la distancia.

Desde que soy madre, nuestros hijos son mis improvisados modelos. Procuro que no se enteren, para que no se pierda espontaneidad, aunque no siempre es fácil llevando una cámara a cuestas. A ellos, niños del siglo XXI, les gusta verlas en el momento y he de ser disimulada para que no se den cuenta.

En cambio, yo prefiero contemplar el resultado con calma. Disfruto viendo como crecen, como sonríen y río con su frescura y espontaneidad, como niños que son. Fotos divertidas, tiernas, bonitas, sorprendentes, buscadas y no buscadas....todas me acaban emocionando porque despiertan en mi mil recuerdos.

El otro día me quedé con una: después de un dia intenso para todos y especialmemte para Martina, se quedó dormida en el sofá. Su imagen me inspiró y le hice una foto, esperando transmitir la paz que expresaba. Y el resultado, no me decepcionó.


Tranquila, serena y plácida...nuestro terremoto disfrutando de un descanso más que anunciado. Una foto especial para mi, llena de ternura....y que me ha transportado a mi infancia.
Esta imagen ha conseguido volverme a hacer niña y recordar cuando yo también dormía sin grandes preocupaciones. Me ha hecho recordar cuando mi padre, seguramente movido por el mismo instinto y sentimiento que yo, cogió su cámara y me hizo una foto muy parecida, disfrutando también del resultado.


Siempre me ha gustado. Mi padre la tituló "la conciencia tranquila" y no pudo estar más acertado.

Comparo las fotos y me gusta verme, por unos instantes, reflejada en Martina, recuperando esa inocencia infantil que a nadie le gusta perder. Es como si se repitiera la historia, 35 años después, a través de una foto que evoca buenos recuerdos y anima el deseo que Martina siempre disfrute de sus sueños. Como madre, haré lo posible porque nunca los pierda.

Txell.

martes, 5 de junio de 2012

Preparando la maleta de colonias

Lunes. 6:30 de la mañana. Noto unos golpecitos en la espalda. Abro los ojos. Es Jaume, nuestro hijo de 4 años. "¿Preparamos la maleta para las colonias?". De pronto, lo veo mayor. Por unos segundos, su cara de trasto achuchable desaparece, y aparece un niño responsable. "Déjame un ratito más, Jaume, hasta que suene el despertador....y la preparamos juntos...."...

Jaume se acurruca a mi lado y me abraza, casi estrujándome. Hoy marcha de colonias y hay sesión extra de mimos. Y la verdad, no sé quién se aprovecha más de la situación, porque a mi me encantan estos momentos y procuro disfrutarlos. Sé que llegará un día en que estos abrazos no serán para mi, pero ahora no es la hora de pensarlo.

El despertador suena. Es hora de ponerse en marcha y Jaume, amoroso, se ha quedado dormido a mi lado. No lo despierto. Prefiero una primera organización somnolienta para después ponernos todos en marcha. Después de un fin de semana bien aprovechado y en buena compañía, ayer llegamos a Barcelona demasiado tarde como para pensar en bolsas y excursiones, confiando en el despertador de esta mañana. En casa ya nos hemos acostumbrado a los nervios de última hora y la presión e, increíblemente, las cosas acaban saliendo. No doy para más, no tengo máquina del tiempo.

Repaso la lista de cosas necesarias para las colonias. Después de tres minutos de colapso, me centro y preparo la sala de operaciones, que es la mesa del comedor. Cojo el rotulador permanente para marcar todo en tres segundos: el neceser con el cepillo y la pasta, que ya sé que acabará un poco pringosa; la proteccion solar extrema para niños blanquitos; la mini toalla que no ocupa y la protección de labios, que no entiendo muy bien por qué nos la han pedido. No incluyo el peine que, aunque sale en la lista, considero innecesario para los rizos desordenados de nuestro hijo: no lo veo peinándose en dos días de excursión. No me olvido de la pulsera antimoquitos: la verdad es que pensaba que era una chorrada pero, al no encontrar las pegatinas de repelente en la farmacia, he rectificado y me he adaptado a la situación....y hasta me hace gracia, colocada en el tobillo de Jaume, ya que su muñeca, aparte de estrecha, corre el riesgo de continua manipulación, fruto de los nervios de sus días de independencia.

Cuando ya estoy medio organizada, los niños y Eduard se despiertan y colaboran en el montaje. Eduard, experto en puzzles, coloca ordenadamente todas las cosas en la maleta: el juego de cama, ropa de recambio (he tenido tiempo hasta para dudar si le ponía manga corta o larga y del grosor del pijama), chaqueta, bambas....Jaume se distrae con la linterna y las lucecitas, mientras Martina quiere participar haciendo el mismo trabajo de su padre. Cada uno con su rol y, a pesar de los nervios y la prisa, va saliendo el trabajo.

Cantimplora con agua, bolsas de plástico para urgencias o para la ropa salpicada de tierra, gorra y zapatillas de plástico, varias explicaciones a Jaume de donde están las cosas (cuando seguro que se ha enterado a la primera)....creo que ya lo tenemos todo.....

"¡Falta una cosa!", dice Jaume, apareciendo sonriente con su peluche de los Clanners....un mini muñeco, amarillo y desgastado por el uso, que va a ser su compañero nocturno y que le ayudará a encarar con más compañía su noche de aventura....El niño mayor que me ha despertado esta mañana vuelve a ser el Jaume de siempre. Y me gusta: no hay prisa por crecer ni quemar etapas, sólo tiene cuatro años. Emocionado, lo coloca la maleta y Martina le ayuda a cerrarla.

Después de desayunar, Jaume ya está preparado con el chandal del colegio, la gorra por la que asoma su "melena" y la maleta de ruedas que no para de recorrer la casa. Jaume la arrastra, haciendo prácticas de conducción en un pasillo de reducidas dimensiones.

Saliendo de casa, Martina y Jaume, espontáneamente, se dan un gran abrazo. "Que te lo pases bien" "Y tú también....". ...Me enternecen estos momentos y pienso, que este cariño entre los dos significa que algo estamos haciendo bien. Disfruto de la escena sin cámara, pero el objetivo de mi retina llega directamente a mi corazón.

Ya en la puerta del colegio, nos encontramos con todos los padres, preparados para despedir a sus hijos. Caras sonrientes, expectantes, emocionadas o contenidas, esperando la entrada en el autocar de nuestros niños. Cuando aparecen, todos nos transformamos, buscando al nuestro, con saludos que no paran, diciéndoles cosas como si nos oyeran entre el barullo de la gente y deseando volverlos a abrazar una vez más.

Nuestros hijos sonríen, saludan, tiran besos y también se emocionan. Momento corto, pero intenso. Y mientras adivino la silueta de Jaume a través del cristal del autocar, sólo pienso en todo lo que va disfrutar, aunque sé que, insconcientemente, ya lo estoy echando de menos.

viernes, 25 de mayo de 2012

Saber perder

Martina llega a casa explicándolos que, en el colegio, les han dicho que escribieran tres deseos en un papel. "Yo he pedido que vuelva Pep Guardiola, que todos seamos amigos y ser campeona de gimnasia"...¡Menudos tres deseos! No hay nada como la inocencia infantil, tan pura..."Pero Martina, estos tres deseos son muy difíciles de conseguir" le decimos. "Si, por eso son deseos, es lo que me gustaría....a lo mejor se cumplen...".

Nos gusta ver su cara de emoción cuando nos lo dice...los ojos le brillan de ilusión y, en en ese momento, no vamos a tirar sus sueños por tierra. Ella sabe que las cosas son difíciles, pero con esas ganas, lo imposible se ve más cercano.

"Que vuelva Pep Guardiola" es su primer deseo. Parece mentira...como muchos otros niños, una niña de 6 años admirando a un entrenador de fútbol. Lo normal es ser fan de cantantes, actores, futbolistas.....los entrenadores tienen un papel secundario. Y Pep, pese a intentar ceder todo el protagonismo a sus jugadores y dignificar el futbol y el buen juego, siempre ha estado en el punto de mira. ¿Será porque ha conseguido hacernos recuperar la ilusión? Creo que nunca había disfrutado tanto del fútbol como con este Barça....buen juego no siempre envuelto de triunfo, pero con valores que lo hacen campeón. No me extraña que sea todo un referente para tantas personas que ven en él un modelo de esfuerzo, pasión y entrega.

Segundo deseo: "Que todos seamos amigos"...Creo que este deseo lo hemos tenido todos de niños. Ser aceptado, formar parte del grupo, de las relaciones entre compañeros....Martina me recuerda a mí a su edad....primaba la amistad por encima de todo y era importante la cantidad y frecuencia más que la calidad. Con el tiempo, el número de amigos se reduce drásticamente, aunque la intensidad y calidad es lo que realmente importa.

Y el tercer deseo..."Ser campeona de gimnasia"...La gimnasia, ¡su gran pasión!
......
Nuestros hijos, como todos los niños, dan gran importancia al triunfo. "Yo quiero ganar el primero" nos dice siempre Jaume, para que quede constancia que ganar es ser el número uno.

A nosotros nos sorprendre este espíritu competitivo y siempre les decimos que "para saber ganar hay que saber perder". Difícil frase para unos niños en un mundo competitivo, pero es importante saber que las cosas cuestan y que no todo se consigue tocando una pantalla, con un simple gesto, con un "clic".

No se puede ser el mejor en todo, es imposible. Es buena la lucha, la capacidad de superación, el esfuerzo, la constancia. Vencer las dificultades es lo que nos mantiene vivos. Nunca hay que perder la esperanza, pero el único objetivo no es el triunfo, sino todo lo que aprendes por el camino. Y si algún día llega el premio, hay que estar preparado, saboreándolo con pasión, pero también de forma humilde y generosa, siendo agradecido con todos los que nos han ayudado. Porque un triunfo y una medalla son efímeros, pero el recuerdo de los que saben ganar es eterno. Y el mérito como personas es lo que nos acompañará siempre.

Con estas u otras palabras similares intentamos preparar a nuestros hijos para este mundo caótico y competitivo. Difícil, como otras muchas cosas, pero es lo que hemos elegido. A veces nos parece que nos entienden y otros días es más complicado...

Inmersa en mis pensamientos, Martina me informa de los resultados de las carreras de motos, que los dos siguen atentamente con su padre: "Mamá, hoy Dani Pedrosa no ha ganado y no subirá al podio....pero quedar cuarto tampoco está mal....¿no? Lo ha hecho muy bien y se ha esforzado"....
....... Sin palabras....parece que nuestro esfuerzo como padres, de vez en cuando,también recibe medallas. Así que vale la pena no tirar nunca la toalla.

Txell

miércoles, 23 de mayo de 2012

Experiencia televisiva

Este mes de mayo, Martina y Jaume han salido por la tele. Martina, en un anuncio de Vodafone para Italia y Jaume, en un anuncio de Arnidol, un stick para los "chichones". Una nueva experiencia para ellos. Ahora se ven en la pantalla y les hace gracia....simplemente eso, una actividad más como niños y un recuerdo bonito.

Y a mi, lo que más me gusta, es lo bien que se lo han pasado en los rodajes, y que salen tal como son: Martina, activa, dando vueltas y como siempre, sin parar; y Jaume, un trasto de lo más cariñoso.

Espero que los disfrutéis como nosotros.

Txell.

P.D: Por cierto, no me olvido del post "Saber perder"....está casi a punto, pero las mil actividades de esta primavera, más la astenia me tienen agotada.....

domingo, 6 de mayo de 2012

Día de la madre

6 de mayo, día de la madre. Aunque un poco cansada y afectada por la primavera ( como cada año) no quiero que se acabe el día sin felicitar a todas las madres convencidas, que se desviven por sus hijos, que disfrutan y sufren con ellos.

Llevo unos cuantos años sintiéndome madre, exactamente siete, desde que Martina, en mi barriga, ya formaba parte de nuestros planes. Padres felices, dispuestos a hacerlo lo mejor posible, conscientes de nuestro cambio de vida y de estado, aunque, mirándolo con distancia, no del todo. Ser padre es el mejor aprendizaje sobre la marcha, en el que el sentido común y la paciencia son nuestros compañeros de viaje, hiperdesarrollados exponencialmente

Los hijos hacen que salga lo mejor y lo peor de todos nosotros. Nunca antes había gritado tanto, pero nunca había querido tanto, ni había mostrado mi sensibilidad de forma tan intensa, entendiendo perfectamente el amor maternal (o paternal que, en nuestro caso, es el mismo). Es un amor gratuito, sin esperar nada a cambio, lleno de ilusión por ver que tus hijos aprenden a ser personitas y pueden llegar a ser grandes personas.

Guiamos a nuestros hijos, para que les sea más fácil la vida, vivimos sus historias cediéndoles todo el protagonismo, ayudándoles a coger las riendas de su destino. Muchas veces nos cambiaríamos por ellos, para evitarles sufrimientos y para que no cometan nuestros mismos errores. Pero no podemos vivir su vida, sólo a ellos les pertenece. Somos su apoyo y su colchón, siempre estamos ahí, cuando aprenden todo lo bueno y todo lo malo que les puede ofrecer la vida. Reír y llorar, todo forma parte del ciclo, siempre ofreciendo nuestro hombro y compañía.

Intentamos, nos esforzamos y es tan difícil...Cada hijo es diferente y cada etapa también y los sentimientos no se pueden cambiar. A veces me gustaría mostrarles un mundo ideal, pero vivimos en el mundo real...así que, como podemos, los preparamos, adaptándolo a su edad. Y son ellos, los que, a menudo, nos dan lecciones de su visión del mismo, haciendo más simple lo que los adultos vemos complicado, con sus lógicas preguntas sobre el funcionamiento de todo.

Así me siento, madre en todos los sentidos, intentando no perder mi esencia. Días más buenos que otros, pero siempre apoyando a nuestros hijos en sus sueños, mientras intento no olvidar los míos. Y hoy, en nuestro día, me gustaría regalaros un enlace a un vídeo que, aunque tenga publicidad final, ilustra muy bien parte de nuestros sentimientos ( ¡Gracias, Sílvia, por pasármelo).


¡Feliz día de la madre!


Txell

miércoles, 25 de abril de 2012

Próxima publicación: "Saber perder"

El deporte, como muchas otras cosas, es un gran aprendizaje cuyo único objetivo no es el triunfo. Por el camino, nos acompañan grandes valores y es importante saber transmitirlos y tenerlos en cuenta, sobre todo con los niños. En unos días, nuevo post: "Saber perder".

Txell.

lunes, 23 de abril de 2012

¡Feliz Sant Jordi!

Mientras decido mi pròximo post, quería felicitaros el día de Sant Jordi, muy especial para nosotros.

Para ir creando ambiente, yo me he atrevido a descargar un libro en el Ipad, "Los juegos del hambre": experimento total, por la forma de lectura y la temática del libro. Y con los niños, hemos inventado, durante unos días, cuentos para dormir. Imaginación y creatividad infantil antes de dar las buenas noches, calentando motores para nuestra tradicional fiesta.

Hoy Jaume recibirá un libro sencillo sobre la leyenda y el caballero; Martina, uno de los viajes de Gerónimo, con sus aromas y fantasía....y Eduard, un libro que estoy segura que le va a encantar, de Rafel Nadal. Cultura en diferentes formatos para toda la casa. Espero que nunca se pierda.

Y, como no, reparto de rosas, un gran símbolo que significa muchas cosas. De momento, ya he recibido una en el trabajo, que se agradece, pero me esperan las más importantes.

Nada más, sólo os invito a disfrutar del día.






Txell

viernes, 20 de abril de 2012

A contracorriente

A veces pienso que me he equivocado de mundo. Siguiendo normas y pautas, parece que no lo estoy haciendo bien. Intentamos educar lo mejor que podemos a nuestros hijos, intentamos que sepan respetar y compartir y que sean unas personas honestas.

Pero el mundo no está por la labor: un rey que caza elefantes (seguro que nunca ha visto "Babar"), personajes corruptos y grandes falsificadores. Y a nivel más cercano, niños que pegan mientras sus padres miran para el otro lado, vista gorda llevada al extremo, invasión de mala educación y ninguna sanción. Cultura del esfuerzo en ayunas.

Mis hijos nos preguntan, muchas veces, por qué unos sí y otros no...y no sabemos qué contestarles. Empiezan a darse cuenta que la justicia no es un concepto que se aplica correctamente y, a nivel pequeño, comparan y les cuesta entender.

Difícil, el día a día en un entorno que no ayuda.

Por suerte, en este mundo tan complejo, todavía encontramos personas con ganas, que se esfuerzan por poner un granito de arena. Es entonces cuando piensas que quizá no estemos tan mal, que sólo hace falta el saber que somos unos cuantos y que, si seguimos empeñándonos en que esto cambie, podemos conseguirlo. Es nuestro reto creerlo, esforzarnos y pensar que un buen futuro para los nuestros tiene que dejar de ser una utopía.

Y mientras sigo con mis pensamientos que van más allá del día de hoy, río pensando en la inocencia de nuestro hijo Jaume, de cuatro años. Ajeno a las preocupaciones adultas, hoy, con gran ilusión, se ha puesto a escribir la carta a los Reyes Magos. Quizá sea la solución, si existieran. A lo mejor me animo y les escribo....Aunque como yo le he dicho, tardarán muchos meses, que ahora les da calor la capa...Así que, mientras tanto, os animo a seguir luchando a contracorriente, para que algún día el mundo se "cure" sin muchas tiritas.

Txell

domingo, 15 de abril de 2012

Día de lluvia

Después de unas intensas vacaciones de Semana Santa con los niños, en los que el tiempo no ha acompañado, he decidido anotarme una serie de normas, ítems y propuestas a tener en cuenta, para que el kit de supervivencia en un día de lluvia sea completo. Espero que, aparte de servirme, también sea útil para muchos de vosotros.

1- Desayuno.

La tristeza que da despertar con un día gris de lluvia puede compensarse con un buen desayuno, sobre todo en un día festivo. Un chocolate caliente hecho de forma tradicional es una buena opción para padres/madres arriesgados/as. Es una forma de entrenar a los hijos a esperar pacientemente, dosificando sus "¿Ya está?" mientras intentas que la leche no se te enganche en el fondo del cazo. Si combinas tranquilidad y cariño, el resultado suele ser espectacular, un subidón de disfrute para la familia, ya que todos nos convertimos en niños. Y nuestros hijos, inmersos en un momento dulce, disfrutan, olvidándose del mal tiempo y también de las manchas que salpican su cara, manos y sus pijamas. Y yo también me olvido de lavadoras y sólo pienso que es un buen comienzo para este día.

2. - Equipo básico de lluvia.

Botas de agua

A pesar de que hay quién dice que unas botas de agua son un accesorio totalmente inútil, para mí son un gran invento. La principal razón es que, con unos niños movidos como los nuestros, es imposible quedarse todo el día en casa, ya que corres el riesgo de encontrártelos colgados del techo a media tarde (o colgarte tú directamente). Por eso es importante que salgan a pisar charcos, con las botas más cantonas del mercado, para que se les vea bien. Martina las tiene de flores y Jaume, de Rayo McQueen (como no...), pero existen algunas más llamativas todavía. También es imprescindible hacer la vista gorda, ya que no sólo acabarán mojadas las botas, sino los pantalones y, con menos suerte, hasta las orejas, con o sin resbalón.

Paraguas.

Nunca me ha gustado ir con paraguas, pero entiendo que es algo básico, aunque yo lo he paseado más que utilizado. En el caso de los niños, la utilidad se resume en los primeros cinco minutos (si es que llega). Recomiendo comprarlo transparente, aunque sea menos vistoso, porque facilita la visión periférica.
En nuestro caso, el estampado de vaca de Martina le permite conducir con cierta soltura, sin chocarse ni meterlo en el ojo de nadie. Pero el de los Gormiti de Jaume, mezclado con su tozudez y edad, es un peligro: peor que un novatillo conduciendo sin parabrisas bajo una tormenta de nieve. Con el tiempo, he mejorado mi cara de póker y mis disculpas ante pisotones y atropellos.
Además, hay que tener en cuenta que la ilusión por aguantarlo y pasearlo se acaba desvaneciendo y el paraguas acaba rotando, girando y haciendo una serie de movimientos infantiles hasta acabar arrastrado por los suelos.

Otros complementos

Existen otros complementos opcionales, como el gorro o chubasquero, pero si no llama la atención o es de colores vivos, parece que no tiene el mismo efecto para los niños. Es como si todos los personajes de los dibujos animados salieran de paseo incrustados en el plástico y se saludaran entre ellos. A nosotros nos faltan estos accesorios, aunque la última vez nuestros hijos salieron de casa, convencidos, con gorra de Rayo McQueen (para variar) y gorrito de playa azul clarito con bolsito a juego. Auténticos para su madre, que siempre les encuentro una luz especial.

3. - Actividades para hacer en casa

Pinturas de la cara

Nuestros hijos tienen predilección por pintarse la cara. Cualquier fiesta, cualquier celebración, cualquier excusa es buena para acabar más que rotulados. Batmans, Spidermans, hadas, tigres, princesas y piratas...los lápices de colores y purpurinas siempre acaban invadiendo sus caras. Tengo mil fotos de todos sus looks y disfraces. Las últimas, un león con tintes de Bob Esponja y un tributo a Messi con bigote y barba. Listos, en un largo día de lluvia que parece que nunca acaba.

Juegos de mesa o cartas

Desde que los niños aprendieron a jugar al Uno, se organizan verdaderas competiciones en casa. Es como un maratón, en el que no puedes despistarte porque ellos, espabilados y atentos, están a la que salta. Con el tiempo, han aprendido que ganar no es lo único importante y hemos pasado del drama de los perdedores al "¿Hacemos otra?". Además, Eduard les ha enseñado a apuntar las clasificaciones en un papel y es divertido ver grandes letras y números con trazo infantil que se reparten en una tabla.
Me divierten estos momentos, aunque reconozco que puede llegar un punto en que las partidas se eternicen: nuestros hijos, como la mayoría de los niños, no tienen medida y siempre quieren más. Y aunque cedas, nunca es suficiente. En estos casos, la habilidad para desligarte sin cortar por lo sano es una virtud que reconozco que tengo que potenciar un poco más.

Aparte del Uno, que es el juego estrella de esta temporada en nuestra casa, hay otras variantes como el parchís (un clásico), la oca ( aburridísimo, aunque a ellos les encanta) y el bingo (con el binguero Jaume, que "canta" las bolas numeradas como nadie: por sí solo ya es un número...).

Manualidades.

Otro gran recurso para los días de lluvia son los trabajos manuales. Martina, gran aficionada a "Art Attack", siempre hace nuevas propuestas. Y yo me animo, según el día, y según lo guerrero que vea a Jaume, ya que pienso en las bolitas minúsculas de collares que pueden rodar por el parket, el pegamento en todas partes menos en el papel y los pinceles y pinturas repartidos por toda la ropa.
Con una buena supervisión y en un momento relajado del día, si es que lo encontramos, podemos llegar a hacer alguna "obra de arte" que después decora y da la nota divertida en paredes, habitaciones y comedor. No tan perfecta como las de la muestra, pero hecha con toda la ilusión.

4. Videos & Co.

En un día de lluvia no pueden faltar los vídeos. Los prefiero a los canales de televisión, porque puedes controlar mucho más lo que tus hijos están viendo, aparte de ahorrarte todo tipo de anuncios que invitan al consumo infantil; a veces es inevitable y sé que son niños del siglo XXI que siempre quieren más de lo que tienen (o tienen más de lo que necesitan y, en el fondo, quieren), pero se tienen que ir haciendo estos intentos.
Muchas veces cuesta ponerse de acuerdo en la película y son duras las negociaciones para llegar a elegir una al gusto de todos. A mí me sorprende: cuando éramos pequeños, una tarde de película ( fuera la que fuera) era una fiesta y todo nos hacía ilusión. En algunos momentos nuestros hijos conservan aquel entusiasmoque tenían sus padres por todo, criados en el respeto y el conformismo ( con un entorno que ayudaba mucho más) y reconozco que me emociono pensando que algo de lo que les enseñas, les queda ( el 10%, como alguien me dijo una vez). Pero otras veces cuesta mucho más y la persistencia se resiente, debilitada ante el impacto de la presión social que les aborda desde bien pequeños. Supervivencia parental y empeño, no hay otra.

Otras veces tocan pases de vídeos de cuando Martina y Jaume eran más pequeños. Les encanta verse, puro narcisismo infantil: sus caras más redondas, cuerpos achatados, movimientos de bebés y vocabulario limitado. Y yo los miro con nostalgia de abuela viendo pasar el tiempo, cuando todavía soy una madre viendo como crecen nuestros hijos.

Existen ocasiones especiales en las que no sirve ni la tele, ni los vídeos, ni los recuerdos, ni nostalgias...Pies en el sofá, saltos, pataditas, "me pongo en tu sitio, me has robado el mío"....es entonces cuando un cine, con paseo, botas y charcos, ayuda a despejar y a romper un poco con los planes caseros. Cambio de escenario, paraguas, y mucho valor es lo único que hace falta (¡mucha falta!). La pantalla gigante, la oscuridad y el olor a palomitas de los compañeros de butacas ( somos familia "sin palomitas", "raros avis") los dejan algo sedados, como mínimo media película. El resto, siempre termina con Jaume sentado en mi "falda" porque está cansado y/o Martina sufriendo en la parte triste y crítica que tienen la mayoría de películas infantiles. Y yo relativizando y pensando cómo era el cine sin niños: posiblemente me dormiría tanta tranquilidad.

Mención aparte recibe mi Ipad, canguro de lujo para niños 2.0 que lo utilizan sin ninguna dificultad, como todos los niños de su edad. Generación digital que permite un respiro a padres que intentan no desfasarse tecnológicamente, aceptando los cambios evolutivos de sus hijos. Y, sobretodo,sorprendidos de la immediatez de las cosas.
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Seguro que me olvido de muchos más consejos de supervivencia (pasteles caseros, playmobil, disfraces...), pero teniendo en cuenta que el día sólo tiene 24 horas, de las que más o menos, 14 están despiertos, la oferta de planes no está nada mal. No hace falta ponerlos todos en práctica, aunque aviso que es posible con niños movidos como los nuestros, que sólo aprovechan la noche para descansar.

De momento, miraré cada el día el cielo, esperando que el buen tiempo se aclare, aprovechando la luz y las actividades al aire libre, porque está claro que nuestros hijos son de exterior: es algo que llevan en los genes ( sobre todo, paternos).

Txell

miércoles, 11 de abril de 2012

Volteretas en las camas elásticas

Ésta es Martina. El vídeo es de las vacaciones de Semana Santa, pero podría ser cualquier día de la semana a cualquier hora. ¡Qué energía! Txell

viernes, 6 de abril de 2012

Pilas recargables

Nuestros hijos tienen una energía increíble. Supongo que como otros muchos niños, pero a mi me parece algo excepcional. Además, estos días de vacaciones, al estar mucho más tiempo juntos, lo he notado todavía más. Y en el blog también se nota, porque no tengo tiempo ni de escribir, ni de publicar.

Como cualquier otro día, hoy, viernes de vacaciones, se despiertan pronto: creo que tienen un reloj biológico adelantado. Y como siempre también, el día ya está puesto, aunque creo que sin llevar mucho tiempo. No diré la hora, pero hasta ahora había sido mi número de la suerte.

Pasando de 0 a 200 km/ hora, en menos de cuatro segundos, me "animan" a ponerme las pilas. No son como las suyas, está claro: las tienen de marca certificada. Y las mías, son de oferta de bazar chino de polígono.

Mientras yo sigo luchando contra los elementos, toca desayunar. Jaume me pregunta si quiero jugar al juego de las palabras: 4 años y descubrimiento de las letras, nos pasamos el día escuchando sonidos de vocales y consonantes que se enganchan.Le digo que en otro momento, tengo que concentrarme en atinar la leche en los vasos; ahora voy a 30 por hora por una carretera comarcal.

A pesar de las protestas, tiene recursos, y juega con Martina, sin parar de hablar, y preguntar. Y se dan abrazos y besos, y hacen más preguntas....y el volumen sube y sube....y los pies y las manos no paran de moverse y no paran quietos en las sillas... Y siguen con alguna discusión de hermanos y un "yo quiero galletas" con respuesta de "no, hoy tocan cereales", que animan la velada.

Cuando pienso que el ruido no va a parar, se logra algo de silencio. Disfrutando del desayuno y con la boca llena, es imposible seguir hablando, así que me dan algo de tregua para tomarme un café, que me acaba de activar. Descafeinado, que si no, me voy a poner histérica.

Acaban la leche y con más energía, se les ocurren mil actividades. En algunas nos incluyen, pero yo les pido un rato para arreglarme y ser persona, y logro que me respeten. Aprovecho para mirar el paquete de cereales y me parece que no hay sustancias dopantes, así que acepto que son así: rebosantes de energía. No voy a negar que me gusta la luz que desprenden, pero a veces creo que no estamos preparados para tanto trote.

El día transcurre siguiendo la misma tónica; no bajan la guardia. Son incansables y en mi cabeza resuena, ya sin ritmo, la canción de "No pares: ¡Sigue, sigue!". Y por supuesto, ellos siguen sin dejar de hablar (herencia materna, desde luego), corren, saltan, gritan, bailan, se abrazan y se pelean...son un tiovivo familiar, adorables terremotos que testean nuestra paciencia.

Como broche final del día y para acabar de probar su resistencia (o la nuestra) se nos ocurre hacer una excursión por el bosque, que acaba siendo más larga de lo que habíamos planeado inicialmente. Los niños disfrutan y hacen carreras, suben,escalan, saltan piedras, más carreras...no les importa la distancia y sólo paran para tomar tres galletas y agua. Suficiente para cargar sus baterías.

Esforzándome por seguir su paso y el de Eduard, me planteo si son de este planeta o soy yo la que me he equivocado de mundo. Estoy agotada, pero la dignidad es lo último que se pierde, así que le saco el último jugo a mis pilas oxidadas para ponerme a la altura.

De vuelta y llegando a nuestro destino, Martina, con una gran sonrisa y con cara de no haber parado en todo el día, me pregunta: "¿Puedo correr?". Y tras darle permiso, sale disparada, perseguida por Jaume, que intenta alcanzarla. Como si no hubieran hecho nada en todo el día... Los miro y no me lo creo, he subido un nuevo escalón en mi capacidad de sorpresa. De momento, esta noche,cenaré sus cereales aunque su edad...¡ya no la pillo!

Txell

miércoles, 4 de abril de 2012

Próxima publicación: "Día de lluvia"

En cuanto encuentre un minuto, publico cómo sobrevivir a un día como hoy con unos niños como los nuestros.


Txell

jueves, 29 de marzo de 2012

Rodilleras y pantalones

8:45 de la mañana de cualquier día. Salgo apresurada con los niños para ir al colegio. Siempre corriendo, nos levantemos a la hora que nos levantemos. En el ascensor, paso revista y compruebo que no nos hayamos dejado nada: mochilas a punto, bocas y dientes limpios, narices sin mocos, niños peinados (o eso pretendo), bici, bolso y móvil.

Tras la eterna disputa por apretar el botón del ascensor y después de poner bien el cuello de la chaqueta de Jaume, me detengo en sus pantalones: un minúsculo agujerito adorna la rodilla. En tres segundos cambio de opinión tres veces para acabar decidiendo que no vuelvo a entrar en casa para cambiárselos. De forma ingenua le digo a nuestro hijo que no lo toque, ni lo haga más grande. Jaume asiente con una cara poco creíble, pero la prisa me ayuda a creer que puede ser posible.

Con los niños en el colegio, me voy al trabajo en bici. A pesar del ruido ambiental, pedaleando, me evado y refugio en mis pensamientos. Es mi momento de desconexión, en el que no intento ordenar tipos de prioridades que a veces asoman por mi mente.

La jornada laboral transcurre sin ninguna emoción, totalmente previsible. A veces echo en falta algo más de creatividad, pero no me quejo. En tiempos de crisis, tener trabajo, es todo un privilegio.

5 de la tarde. Voy a recoger a Jaume al colegio. Sonriente, siempre me alegra el reencuentro. Desteñido de escuela y con las gafas con algún churrete, me señala sus pantalones: "Mira, mamá, me han hecho una falta jugando al fútbol y me he caído".

Pues vaya: yo no sé el artífice de la falta, pero parece de la categoría de algún jugador de equipo de primera división ( que prefiero ni nombrar, porque ni se lo merece). Desastre total: El agujerito se ha convertido en un socavón, mostrando unas rodillas, como siempre con alguna "marca de guerra".

Haciendo ver que me lo creo completamente, le digo que ya buscaremos una solución. No vale la pena enfadarse. Yo ya sé que no sólo ha sido una falta de fútbol, pero la versión ya se irá aclarando. Aparte de las veces que se tira por los suelos, me temo que un dedito ha ido hurgando y hurgando, y dando vueltas y más vueltas hasta completar el estropicio. Supongo que algunas clases de P4 son demasiado repetitivas y hay que distraerse de otra forma.
Mis sospechas se confirman a las primeras de cambio, cuando Jaume se pone a jugar con el agujero,diseñando un círculo concéntrico de importantes dimensiones. Cuando se da cuenta que lo miro, disimula, pero yo ya lo he pillado.

Antes de que nos quedemos sin pantalones, volvemos a casa, haciendo una parada técnica en la mercería, no sin antes encontrarnos algún vecino que mira de reojo el pantalón de Jaume. La dependienta, al vernos llegar, ya nos pregunta el color y, con Jaume sobre el mostrador, luciendo su obra de arte, elegimos el más parecido.

Hace tiempo que ya no me complico la vida y, en según que cosas, priorizo practicidad a diseño. Por eso, soy consumidora de rodilleras ovaladas y resistentes, que son las que intentan cumplir mejor su función. Todavía me río pensando en mis primeros pasos con Martina: dibujos y formas de diferentes tamaños que, en la mayoría de los casos, no llegaron a durar más del día de lucimiento.

Ya en casa, me pongo a planchar rodilleras, ya que hay otros dos pantalones sobre la tabla, también esperando ( es increíble la acumulación de tareas de todo tipo que genera una familia...). Los del chándal del colegio necesitan doble refuerzo; me parece que no van a resistir toda la temporada. Pienso que da igual la calidad de los pantalones, todos acaban sufriendo. Tener pequeños terremotos en casa ponen a prueba la resistencia de todo tipo género.

Mientras plancho e intento alinear rodilleras, Jaume, entretenido, juega con otro pantalón. Rasca y rasca, hasta levantar una rodillera. ¡No puede ser! Creo que le voy a poner un sensor en los pantalones que le dé un pellizco cada vez que los toque. Me controlo para no gritar y parece que la paciencia ha ganado a la voz. Por enésima vez le explico que la ropa es ropa y que tiene juguetes para distraerse, y quiero creer que lo entiende. Seguro que lo entiende, pero se despista; y no lo puedo juzgar del todo porque, en gran parte, es herencia materna.

Buscando algo de protagonismo, Martina me dice que también tiene un agujerito en los leggins. Me fijo y podría llegar a ver un puntito, aunque poner una rodillera ya sería pasarse. A veces, en casa, las cosas han de ser tan milimétricamente iguales, cuando ellos son tan diferentes, que me sorprenden. Rivalidades compartidas que, llevadas con mimo, pueden ayudar a aprender y crecer, pero con padres a prueba de desgaste.

Pensando en estas cosas, empalmo plancha con baño y cena, sin plantearme la costura para rematar la faena, y se me va el día con la historia de tres o cuatro rodilleras. Cotidianidad pura y dura; es increíble lo que dan de sí unos cuantos pantalones. No quiero pensar en la llegada del buen tiempo, cuando las protecciones den paso al pantalón corto y las rodillas entren en contacto directo con el suelo. Entonces, la inversión familiar cambiará, optando por agua oxigenada y tiritas.

Txell

lunes, 19 de marzo de 2012

Día del padre

19 de Marzo. Día del padre. Nuestros hijos no se lo piensan: Con besos infantiles y mañaneros, dulcemente, (o no tanto) le despiertan. Hay prisa para ir al colegio, pero para estas cosas siempre hay tiempo. Sonrisas legañosas y un “Felicitats Eduard!” con todo el sentido. Es el padre de nuestros hijos, mi compañero, pareja y amigo, y estamos juntos en un gran proyecto: educar y ayudar a nuestros hijos a ser felices y a saber valorar lo que tienen. Difícil reto, pero no imposible, si a ello le añades dosis de cariño y ganas, tolerancia a la frustación, energía, paciencia, sentido del humor (a veces en cuarentena)... y alguna cosa más, que el día a día no te deja olvidar.

Me pongo a pensar y vuelo, como siempre. Recuerdo cómo nos conocimos y la espontaneidad del momento. Tan diferentes, pero iguales en lo básico. Mi impulsividad y sociabilidad contrarrestan con su discreción y análisis, y la combinación, si es compensada, nos ayuda a no pasarnos al extremo.

Eduard ríe con mis ocurrencias, dejándome que le explique, sin cortarme las alas, pero sabe hacer que yo misma sea consciente del aterrizaje. Amor condensado que se ha ido transformado en reposado y que a veces juega al escondite mientras hacemos de padres. Pero siempre se deja, y siempre lo atrapamos, en sus múltiples formatos. Pese al desgaste y a las obligaciones, los dos lo tenemos claro.

Me gusta ver a Eduard con Martina y Jaume. Su rigor y pautas se visten de explicaciones lógicas, al alcance de los niños, que muchas veces me sorprenden positivamente. Y a la vez, sabe expresar gran cariño y decir con palabras lo que muchos padres no se atreven, quizá porque la etiqueta masculina lo prohíbe.

Me encanta cuando ríen los tres..y unirme a la fiesta. No me extraña que los niños le adoren, porque es un padre comprometido, con mayúsculas. Hay fotos que lo dicen todo:



Ya hace tiempo que no puedo ir con él de la mano, porque los niños se la rifan, contentos de pasear con su papá. Pero la estampa me gusta y, observándolos, me olvido de algunos de nuestros desacuerdos, acordando que la próxima vez lo intentaremos hacer mejor. Las ganas compartidas, lo pueden todo.

Hoy me gustaría felicitar a todos los padres que están encantados de serlo y que, a pesar del cambio de vida, disfrutan de la etapa única e irrepetible de ver crecer a sus hijos. Y, como no, a mi amor discreto, que hoy me deja que le haga un homenaje.

FELICITATS EDUARD!!!

Txell

miércoles, 14 de marzo de 2012

¡Bienvenido Teo!

El pasado sábado nació Teo, el nuevo primito. Después de un día agotador de competición de gimnasia, fuimos a conocerlo. Pegadito a su mamá, inspiraba paz y ternura. Estreno de vida, animada por los torbellinos de nuestros hijos, que pronto se olvidaron del cansancio del día. Preguntas sobre barrigas y bebés, difíciles de responder, y expectación ante su nuevo compañero de juegos.

Os dejo una foto del momento, que me encanta.


Txell

jueves, 8 de marzo de 2012

Día de la mujer trabajadora

Hoy es el "Día de la mujer trabajadora". Mientras pienso en el significado, Martina me explica que en el colegio le han dicho que hoy se celebra que las mujeres pueden trabajar, porque hace unos años sólo iban al río a lavar la ropa y cuidaban a sus bebés. Sorprendente planteamiento. Lo que yo me pregunto es si realmente nos hemos liberado tanto y hemos evolucionado, o simplemente han cambiado los tiempos.

Reflexiones aparte, hoy quería felicitar a todas las mujeres, trabajadoras dentro y fuera de casa. Y el mérito y recuerdo no es sólo para hoy, sino para los 364 días restantes ( bueno, 365, que este año es bisiesto). Y sobre todo, quería hacer una mención especial a aquellas mujeres que siempre han trabajado por y para los otros, mujeres anónimas a las que nunca se les ha reconocido su labor, pero que merecerían un monumento.

Y mientras sigo con mi momento filosófico, Jaume, en una de sus ingeniosas salidas, me pregunta si las mamás tienen una cremallera en la barriga para que nazcan los bebés ( quizá todavía es pequeño para decirle que es algo más parecido a un velcro). A lo mejor es que ha oído campanas de festejos y mujeres, y algo relaciona. Me gustaría creer que, cuando él crezca ya no se necesitará celebrar este día, porque los derechos ya estarán más que reconocidos, pero lo veo difícil.

De momento, y para poner nuestro granito de arena, esta noche les he leído un cuento. Es un regalo de un buen amigo, que sabe captar muy bien las sensibilidades humanas. Es el relato de "Los Colores", que pertenece al libro "Cuentos para antes de Despertar", de Nunila López y Myriam Cameros, las autoras de "La Cenicienta que no quería comer perdices".

Y como compartir es contagioso, yo también os regalo el enlace, para que leáis el cuento y lo disfrutéis:


Txell

miércoles, 7 de marzo de 2012

La penúltima colada

Después de unos cuantos días enferma, el trabajo se acumula dentro y fuera de casa. Las montañas de ropa crecen exponencialmente y las bolas de polvo rodantes se multiplican inexplicablemente. Con los ánimos todavía contracturados, toca poner orden y no es fácil.

Miro el cesto de la ropa sucia: está a rebosar. Mis hijos amortizan parque y actividades y parece que se rebozan por el suelo, así que su ropa no tiene un segundo uso: siempre se tiene que lavar antes. Toca poner una lavadora (o dos, o tres...). Los niños me ayudan; a veces les gusta y yo les dejo colaborar, aunque me lleve más tiempo. Tienen claro que se tiene que separar la ropa blanca de la de color, pero casi siempre se cuela alguna pieza que no toca y falta algún calcetín.

Llenamos la lavadora: acaba a tope. Intento no rellenarla, pero es imposible, porque me parece que toda la ropa es urgente. Sé que si hablara, protestaría. Martina y Jaume, ilusionados me ayudan a poner los detergentes y suavizantes: por turnos, bien mesurados, para que ninguno de los dos tenga más protagonismo. A veces me sorprende su rivalidad en estas cosas. Yo añado algún producto que limpia todavía más, porque reconozco que soy una ilusa y todavía creo en la magia. Gracias a muchos como yo, los fabricantes viven mejor.

Llega la hora de tender. Reconozco que nunca me ha emocionado, pero con los años he mejorado mi estilo. Puede parecer increíble, pero Eduard es quien me ha enseñado. En casa todo es reparto y las tareas del hogar no van a ser menos. De esta forma, las camisetas ya no quedan con la pinza marcada en el pecho, porque estiradas se arrugan menos (y te ahorras sesiones tediosas de plancha) y la ropa seca más rápido si empiezas por las piezas grandes que quedan en las últimas filas. Por no hablar del tendido del revés, para que no pierda color (si es que te acuerdas de hacerlo antes de meterla en la lavadora, ya que los días de invierno, a las 11 de la noche, es duro darle la vuelta...). Ingenieria del tender, mérito de mi querido compañero.

Me pongo manos a la obra y vuelven a aparecer mis pequeños colaboradores. Suerte que no hay sábanas, porque les gusta jugar a esconderse y acaban, muchas veces, enrolladas. Una pinza, y otra y otra y llegamos a la ropa interior. Entonces el tiempo se para y no avanzas: del cesto no paran de salir piezas pequeñas y, cuando llegas a los calcetines, ya no te quedan ni pinzas, ni espacio. Recuerdo nuestras primeras coladas, cuando Martina era un bebé: me enternecía ver sus piezas minúsculas tendidas y las trataba con mimo y dedicación. Tras varios años, sólo veo trabajo multiplicado por dos.

Emparejo los calcetines para que sea más fácil ordenarlos después. Me hace gracia ver los de cada miembro de la familia, totalmente definitorios: Eduard, calcetines oscuros, todos iguales y difíciles de emparejar; mi amor monocromático no pone color en sus pies. Los niños, en cambio, explosión de colorido, rayas y monigotes, que hacen divertido el vestirlos cada mañana. Y los míos, variopintos, según la ocasión, aunque predominan las rayas que se pueden camuflar bajo unas botas. Y siempre, siempre, falta alguno, momento en el que vuelves a la lavadora y le das un par de vueltas, a ver si cae. A veces ocurre, otras veces queda perdido y no lo encuentras, y aparece en la siguiente colada, "relavado" y mareado. Y otras, simplemente, queda esperando en el cesto de la ropa sucia, poco tiempo, porque las lavadoras son continuas. Y su compañero, desamparado, en el rebosante cajón de la ropa interior.

La segunda fase ya está finalizada y siempre lleva más tiempo de lo que habías previsto. Queda el plegado, aquello que te pasas el día haciendo. Es la clásica posición en nuestra casa: los niños jugando en el comedor y Eduard o yo, doblando y doblando. Y no se acaba nunca. Las montañas de ropa crecen, se tuercen y descompensan. Entonces decido poner otra lavadora porque el cesto vuelve a rebosar, así que el ciclo vuelve a empezar, como un círculo vicioso....¡siempre hay ropa en movimiento! Sin parar de trabajar, la sensación de orden nunca aparece.

Paro un momento porque los niños me piden que juegue con ellos. Me merezco un descanso, y ellos también. Martina me dice que, cuando sea mayor, le dirá a sus hijos que no se ensucien tanto y Jaume me pregunta por qué siempre tenemos trabajo en casa. Me hacen gracia sus observaciones y les sonrío sin dar más explicaciones. Por un buen rato me relajo y disfruto de ellos, mientras los armarios aguardan la ropa que no deja nunca de entrar y salir.

Txell