martes, 27 de noviembre de 2012

¡Queremos un hermanito!

""Mamá, ¿Por qué no tenemos un hermanito?", me pregunta Martina. "Sería tan mono...", dice cariñosa. "¿Y yo no soy mono?", pregunta, Jaume, con cara de circunstancias. "Si, pero ya has crecido", le contesta su hermana, sin disimular que la relación entre ellos está cambiando.

Los niños crecen y, desde hace más tiempo del que creemos, Jaume ha dejado de ser nuestro bebé. Es un niño, cada día más autónomo e independiente. Y aunque su hermana lo sigue queriendo con locura, ya no lo cuida ni lo protege de una forma tan especial. Ahora es su compañero, amigo en las conversaciones y rival en las discusiones. Relación de igual a igual, aunque la admiración de nuestro pequeño hacia su hermana siga existiendo.

Mientras los miro y observo a nuestra pareja, el "pressing" continua:" “Mamá si tuviéramos un hermanito yo lo cuidaría. Y le haríamos sitio en el coche, lo pasearíamos y le enseñaríamos las letras"...."Y yo le enseñaría a jugar al fútbol...y lo bañaríamos todos juntos"..."Y lo traeríais al colegio, con el cochecito..."...¡Qué idílico! Visto así la idea parece perfecta...no nos iban a faltar manos.

Y así, el día transcurre entre planes y conversaciones de bebés intercaladas con deberes y actividades centradas en sus cinco y siete años. Y a mí me da por pensar, como siempre, imaginar y volar. Si me dejara llevar por el corazón la idea sería más que emocionante. Y sin saber cómo, me traslado en dos segundos al pasado.

Un pasado lleno de recuerdos desde que empezó la relación con nuestros hijos. Momentos intensos y vividos con ilusión ante la llegada de dos seres que han llenado y cambiado nuestras vidas.

Recuerdo especialmente el día que supimos que íbamos a ser papás. La intuición no nos falló, ya que la sensación de mareo y de ir en barco no la había tenido hasta ese momento. Recuerdo la emoción, como algo indescriptible, una mezcla entre salto al vacío y proyecto muy deseado. Planes, ganas de ser padres y cariño y más cariño mientras mi barriga crecía y crecía. Y a pesar de las dudas, temores e inconsciencia, la vivencia nos llenaba e, ilusionados, pensábamos en nuestro futuro.

La llegada de nuestros hijos cambió nuestra organización familiar. La distribución del tiempo adquiría una dimensión desconocida y los planes se deshacían según las urgencias. Con ganas de ser unos buenos padres, no nos quitábamos la “L” de prácticas, en un examen en el que nunca se aprueba del todo porque siempre vas aprendiendo.

Martina y Jaume, nuestros hijos, nos han transformado. Nunca seremos los de antes pero, ahora, después de todos estos años, pienso que todos hemos crecido, no sólo los niños. Y, cuando los veo como personitas, con las historias e historietas de su día a día, sus sentimientos y sus preguntas, sé que, a pesar del esfuerzo, las dudas, el cansancio y de todo lo que comporta, me gusta haber cambiado. Altruismo parental, eso es lo que nos ayuda a tener los pies bien pegados a la realidad. Me gusta la sencillez con la que los niños te muestran lo que realmente importa.

Y ahora, piensan en un hermanito y yo, inconscientemente, me enternezco cuando veo a alguna amiga embarazada, compartiendo sus inquietudes, reviviendo aquellos momentos, recordando el olor de nuestros bebés y la dulzura de las miradas. A veces, me gustaría volver a entrar en aquella dimensión en la que el tiempo y el paso de las horas carecían de importancia y la desconexión del mundo te llevaba a otras realidades: madre, sólo eso, encantada y cautivada en un entorno de pañales, cochecitos y paseos a media mañana.

Mientras el corazón sigue mandando sobre mi razón, los niños frenan mi pensamiento. Una lista de nombres, de niño y de niña, aparecen en un papel con letras infantiles de todo tipo. No se ponen de acuerdo, pero ellos ya lo tienen todo planeado. Martina me dice:"Hemos pensado que, a lo mejor, tienes gemelos, y cada uno de nosotros elegirá un nombre". Jaume asiente, sonriendo, compartiendo la idea de su hermana. (...). Y yo también rio, nerviosa, volviendo a la realidad y, pensando lo afortunada que soy compartiendo mi vida con ellos. De momento, los números pares me gustan demasiado como para tentar a la suerte. Así que la idea os la dejo a los más valientes.

Txell

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