miércoles, 17 de octubre de 2012

¿Cuándo podremos-iremos-haremos?

Todos los que me conocéis, lo sabéis: soy una persona que intento tener una visión optimista de las cosas. Con los pies en la tierra, la mayoría de veces, intento disfrutar del presente y de lo que me ofrece. Pienso que la vida son momentos que se tienen que aprovechar.

Sin embargo, mi cabeza siempre da vueltas, haciendo planes, mirando hacia el futuro y pensando en proyectos personales. Soy una hiperactiva mental: el botón de "off" pocas veces aparece en mi cerebro. Suelen ser pensamientos pero, si estos se verbalizan, hay que tener paciencia para estar a mi lado, ya que mis neuronas pisan bastante poco el freno.

A veces creo que nuestros hijos lo han heredado. Su código genético lleva impreso el sello de su madre y no se cansan nunca de idear, preguntar, jugar y programar. Se levantan por la mañana y ya me preguntan qué harán por la tarde, el viernes preguntan por el fin de semana y llevan semanas escribiendo la carta de los Reyes Magos (por si acaso no les llega).

Aunque les invitamos a disfrutar del momento, siempre están unos pasos más allá. "¿Cuándo podremos conducir una moto?" "¿Y hacer una fiesta de pijamas." "¿Y cuándo iremos a la nieve?" "¿Hoy haremos un pastel o cogeremos las bicicletas." "Cuando sea mayor..." "Cuándo sea un padre"...Da igual lo que estemos haciendo: apenas finalizado ( o no) ya están pensando en lo siguiente. Por no añadir la frase: "Cuándo me comprarás.", en continua comparación con los niños y niñas de la clase, que parece que siempre tengan lo último de lo último.

Un día, en uno de nuestros intentos de paseos relajados por el bosque, mientras Martina y Jaume no paraban de hablar de los planes que tenían cuando fueran mayores, Eduard, (el más tranquilo de todos), les preguntó si querían escuchar una historia. Los niños, encantados siempre con las explicaciones de su papá, no lo dudaron. Y él empezó así:

"Había una vez un niño ( o niña) que quería ser mayor, que no quería ser pequeño, para poder hacer muchas más cosas. Un día, se encontró a un hada que le regaló un ovillo de hilo mágico y le dijo: "Este hilo es tu vida. Puedes desenrollarlo y verás como creces. Pero el ovillo no se puede volver a enrollar, ni volverte a hacer pequeño".
El niño, emocionado, empezó a estirar del hilo: en un momento, se vio conduciendo un coche: ya tenía 18 años. Siguió estirando y se vio como un padre de familia, con su mujer y tres hijos. El niño emocionado, no pudo reprimir su curiosidad y siguió estirando y estirando: sus trabajos, sus viajes, sus nietos....
De repente, vio que no podía tirar más...Se miró en el espejo y se había convertido en un viejito, muy mayor, que estaba acabando sus días. El niño intentó enrollar el hilo, para volver al principio, pero era imposible: en unas horas le había pasado toda su vida. La curiosidad había hecho que no disfrutara de ninguna etapa y que consumiera su vida sin haberla aprovechado.
Entonces se dio cuenta, demasiado tarde, de la razón que tenían los que decían que la vida es para disfrutarla, sobre todo, cuando eres niño. Y lo único que le dió tiempo fue a escribir este cuento para que a otros niños no les pasara lo mismo".

Reconozco que nuestros hijos no fueron los únicos sorprendidos con la historia. Realmente invita a pensar. ¿Hay alguien que estiraría del hilo, ni que fuera un poquito? La respuesta no es fácil, aunque yo lo tengo claro: no cedo ni un día de mi vida....Y nuestros hijos...creo que les sigue pudiendo la curiosidad infantil. Y es que el hacerse mayor, cuando eres pequeño, es de lo más tentador, ¿O no nos ha pasado a todos?


Txell

No hay comentarios: