miércoles, 26 de septiembre de 2012

Novedades en el blog: La página de facebook

Llevaba tiempo pensándolo y, al final, me he decidido. He creado una página en facebook relacionada con el blog. Se llama: "Txell: Madres que lo intentan" ( fácil de encontrar, no?).

Será una página en la misma línea, siguiendo mi tono, pero más diaria e interactiva. Temas puntuales, pequeñas ( o grandes) anécdotas, mis pensamientos y reflexiones...y alguna recomendación de enlaces que me han gustado o que me han llamado la atención. Siempre pensando en compartir vivencias y celebrar buenos momentos que, tal como está todo, últimamente escasean. Un toque de optimismo y alegría, el día a día de una madre que lo intenta.

Así que...¡Estrenamos página! Y no puedo negar que estoy ilusionada. Espero que la disfrutéis.


Txell

sábado, 22 de septiembre de 2012

Niños interactivos

Voy a la farmacia con Jaume. Le peso en una de las máquinas en las que tienes que poner una moneda. Sale el ticket con sus medidas y se lo doy.," Y este papel, ¿Para qué sirve?", me pregunta Jaume. "Te explica lo que mides y lo que pesas", le contesto. "Ahhh...¿Y nada más? ¿No sirve para participar en un concurso o alguna cosa así?"

Intentando disimular la risa que se me escapa, le explico que el papel es para guardarlo como recuerdo y para acordarte de tus medidas cuando casi tenías cinco años. Jaume asiente, pero me mira extrañado. No entiende que no haya una explicación o que el papel no sirva para obtener más cosas. Los niños de hoy en día no entienden una acción sin respuesta: todo es interactivo.

Casi sin quererlo, me traslado en el tiempo y pienso cuando yo tenía la edad de mis hijos. Éramos una generación diferente, más conformista y resignada, pero no por ello infelices, sino todo lo contrario.

Sufríamos con Heidi y Marco, pero asumíamos que la historia era así: no pensamos nunca en cambiarle el final, en rebobinar la película o hacer un montaje en el que la señorita Rotenmeier desapareciera para siempre.

Tampoco nos parecía extraño que la niña viviera en las montañas con el abuelo y sólo se alimentara de pan, queso y leche de las cabras; simplemente seguíamos la historia, llorábamos a moco tendido y esperábamos con ansia el siguiente fin de semana para volvernos a reunir todos ante la televisión del comedor, viviendo intensamente las historias de Heidi y consolándonos mutuamente. Teníamos la paciencia entrenada.

La historia de Marco era todavía más surrealista: un niño pequeño con un mono, perdido por los Andes y buscando a su mamá. Un drama en toda regla. Pero yo no recuerdo que me traumatizara: veíamos el capítulo, Marco no acababa nunca de encontrar lo que buscaba, sufríamos en el momento...pero después no le dábamos ni una vuelta más, ya que nos íbamos a jugar sin que los mayores participaran en todas nuestras historias. Y no pasaba nada: ni pesadillas, ni psicólogos infantiles...frustración y juegos, alegría y desengaños formaban parte de nuestro día a día y de nuestro crecimiento. Y a Marco y a Pippi Calzaslargas no los visitó nunca el defensor del menor, porque sus simples diálogos nos divertían y nos entretenían. Y nosotros no nos preguntábamos por qué estaban solos.

Recuerdo un respeto diferente a las personas mayores: preguntabas y pocas veces recibías la respuesta que esperabas. Quizás porque eras pequeño y no tocaba. Y con el tiempo aprendías que había un mundo de adultos diferente del de los niños y a dosificar tus preguntas. La inquietud se apaciguaba jugando en la calle, montando cabañas y construyendo nuestro mini mundo a base de imaginación.

Vuelvo a mirar a Jaume con nostalgia del tiempo pasado. Pienso en todo en lo que el mundo ha evolucionado y todas las oportunidades que ellos tienen. Información y sobreestimulación, preguntas con múltiples opciones de respuesta y protagonismo infantil exagerado. A veces pienso en cómo sería si yo hubiera tenido sus vivencias. Y no sé si me habría gustado.

"Mamá, ¿Por qué estás tan callada?", interrumpe Jaume mis pensamientos. "Estaba pensando en cuando era pequeña", le contesto, con cierto aire de melancolía. "Pero mamá, ¿Tú has sido pequeña, no has sido siempre mi mamá?". Con este planteamiento, mi añoranza se relaja y pienso que la interactividad, la inquietud y las preguntas de mis hijos hacen que la evolución no me parezca tan desafortunada.

Txell

martes, 11 de septiembre de 2012

Se acabaron las vacaciones

El otro día, Jaume, muy serio, me preguntó por qué se acababan las vacaciones.."Yo no quiero ir al colegio....¿Por qué no nos quedamos a vivir en una casita en la playa?"

Casi a punto de cumplir 5 años, nuestro hijo lo tiene claro: ha nacido para ser libre. Y por mucho que le intente explicar la suerte que tenemos al poder irnos de vacaciones, él no tiene suficiente. Las vacaciones le han parecido cortas. La idea de cambiar playa, piscina, excursiones, aire libre y libertad por una clase con 25 niños más no le parece la mejor idea.

"Yo ya sé las letras y los números....cada día puedo pintar un poco y no hace falta que vaya al colegio..."....nos dice, cómo si en las letras y los números se acabara todo el aprendizaje.

Pero, por mucho que nuestro hijo insista, la realidad es la que es: mañana acaban definitivamente las vacaciones de los niños. Casi tres meses intensos con escuelas de verano, mil actividades y, sobre todo, mucho tiempo y pocas prisas. A mi también me gustaría estar permanentemente de vacaciones.

Mientras organizo el material y las bolsas de colegio, pienso en nuestro verano en familia. Este año ha sido especial: no es que hayamos hecho grandes viajes, pero lo hemos vivido intensamente. Y hemos tenido tiempo para estar con nuestros hijos, para conocerlos más, para disfrutarlos, saborearlos y acabar más que cansados, para saber lo encantadores y lo pesados que pueden llegar a ser. Actividad incesante en la que "podemos-iremos-haremos-me comprarás" está presente en todo momento.

Días de playa y piscina en los que hemos vivido la evolución de nuestros hijos a cada momento: en verano, parece que espabilan y crecen todavía más. Días agotadores en los que, al final, sólo estábamos deseando que se durmieran enseguida para que, al minuto, quisiéramos que fuera de día para volverlos a despertar: me encantan sus sonrisas legañosas con luz estival.
Días en los que la paciencia está de mi parte y la presión no existe, donde las normas de siempre se cumplen de una forma más relajada y natural. El optimismo familiar se instala venciendo, incluso, al calor sofocante y el trote de las maletas.

Jaume tiene razón: no está mal estar siempre de vacaciones. No es mala idea. Quizás no depende sólo de una estación del año, ni unas fotos de recuerdo,sino de dar la vuelta a la rutina en la que, tan rápido, solemos instalarnos. Ilusionarnos en nuestro día a día, vivir pequeños momentos, aunque el paisaje y la temperatura cambien.

Mientras sigo tratando de convencerme, Martina, más consciente de sus responsabilidades escolares, me pregunta por la organización de sus días: "Los días que no haga gimnasia, me apuntaréis a bailar?". Y, siguiendo a su hermana, Jaume, más conscienciado añade: "Y a mi, ¿a clases extraescolares de superhéroes?"

Quizá no tenga que preocuparme tanto por su vuelta al colegio. Además, con un poco de suerte, incluso encuentro el curso que necesito de superwoman.

Txell



Txell