martes, 11 de septiembre de 2012

Se acabaron las vacaciones

El otro día, Jaume, muy serio, me preguntó por qué se acababan las vacaciones.."Yo no quiero ir al colegio....¿Por qué no nos quedamos a vivir en una casita en la playa?"

Casi a punto de cumplir 5 años, nuestro hijo lo tiene claro: ha nacido para ser libre. Y por mucho que le intente explicar la suerte que tenemos al poder irnos de vacaciones, él no tiene suficiente. Las vacaciones le han parecido cortas. La idea de cambiar playa, piscina, excursiones, aire libre y libertad por una clase con 25 niños más no le parece la mejor idea.

"Yo ya sé las letras y los números....cada día puedo pintar un poco y no hace falta que vaya al colegio..."....nos dice, cómo si en las letras y los números se acabara todo el aprendizaje.

Pero, por mucho que nuestro hijo insista, la realidad es la que es: mañana acaban definitivamente las vacaciones de los niños. Casi tres meses intensos con escuelas de verano, mil actividades y, sobre todo, mucho tiempo y pocas prisas. A mi también me gustaría estar permanentemente de vacaciones.

Mientras organizo el material y las bolsas de colegio, pienso en nuestro verano en familia. Este año ha sido especial: no es que hayamos hecho grandes viajes, pero lo hemos vivido intensamente. Y hemos tenido tiempo para estar con nuestros hijos, para conocerlos más, para disfrutarlos, saborearlos y acabar más que cansados, para saber lo encantadores y lo pesados que pueden llegar a ser. Actividad incesante en la que "podemos-iremos-haremos-me comprarás" está presente en todo momento.

Días de playa y piscina en los que hemos vivido la evolución de nuestros hijos a cada momento: en verano, parece que espabilan y crecen todavía más. Días agotadores en los que, al final, sólo estábamos deseando que se durmieran enseguida para que, al minuto, quisiéramos que fuera de día para volverlos a despertar: me encantan sus sonrisas legañosas con luz estival.
Días en los que la paciencia está de mi parte y la presión no existe, donde las normas de siempre se cumplen de una forma más relajada y natural. El optimismo familiar se instala venciendo, incluso, al calor sofocante y el trote de las maletas.

Jaume tiene razón: no está mal estar siempre de vacaciones. No es mala idea. Quizás no depende sólo de una estación del año, ni unas fotos de recuerdo,sino de dar la vuelta a la rutina en la que, tan rápido, solemos instalarnos. Ilusionarnos en nuestro día a día, vivir pequeños momentos, aunque el paisaje y la temperatura cambien.

Mientras sigo tratando de convencerme, Martina, más consciente de sus responsabilidades escolares, me pregunta por la organización de sus días: "Los días que no haga gimnasia, me apuntaréis a bailar?". Y, siguiendo a su hermana, Jaume, más conscienciado añade: "Y a mi, ¿a clases extraescolares de superhéroes?"

Quizá no tenga que preocuparme tanto por su vuelta al colegio. Además, con un poco de suerte, incluso encuentro el curso que necesito de superwoman.

Txell



Txell

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