viernes, 6 de abril de 2012

Pilas recargables

Nuestros hijos tienen una energía increíble. Supongo que como otros muchos niños, pero a mi me parece algo excepcional. Además, estos días de vacaciones, al estar mucho más tiempo juntos, lo he notado todavía más. Y en el blog también se nota, porque no tengo tiempo ni de escribir, ni de publicar.

Como cualquier otro día, hoy, viernes de vacaciones, se despiertan pronto: creo que tienen un reloj biológico adelantado. Y como siempre también, el día ya está puesto, aunque creo que sin llevar mucho tiempo. No diré la hora, pero hasta ahora había sido mi número de la suerte.

Pasando de 0 a 200 km/ hora, en menos de cuatro segundos, me "animan" a ponerme las pilas. No son como las suyas, está claro: las tienen de marca certificada. Y las mías, son de oferta de bazar chino de polígono.

Mientras yo sigo luchando contra los elementos, toca desayunar. Jaume me pregunta si quiero jugar al juego de las palabras: 4 años y descubrimiento de las letras, nos pasamos el día escuchando sonidos de vocales y consonantes que se enganchan.Le digo que en otro momento, tengo que concentrarme en atinar la leche en los vasos; ahora voy a 30 por hora por una carretera comarcal.

A pesar de las protestas, tiene recursos, y juega con Martina, sin parar de hablar, y preguntar. Y se dan abrazos y besos, y hacen más preguntas....y el volumen sube y sube....y los pies y las manos no paran de moverse y no paran quietos en las sillas... Y siguen con alguna discusión de hermanos y un "yo quiero galletas" con respuesta de "no, hoy tocan cereales", que animan la velada.

Cuando pienso que el ruido no va a parar, se logra algo de silencio. Disfrutando del desayuno y con la boca llena, es imposible seguir hablando, así que me dan algo de tregua para tomarme un café, que me acaba de activar. Descafeinado, que si no, me voy a poner histérica.

Acaban la leche y con más energía, se les ocurren mil actividades. En algunas nos incluyen, pero yo les pido un rato para arreglarme y ser persona, y logro que me respeten. Aprovecho para mirar el paquete de cereales y me parece que no hay sustancias dopantes, así que acepto que son así: rebosantes de energía. No voy a negar que me gusta la luz que desprenden, pero a veces creo que no estamos preparados para tanto trote.

El día transcurre siguiendo la misma tónica; no bajan la guardia. Son incansables y en mi cabeza resuena, ya sin ritmo, la canción de "No pares: ¡Sigue, sigue!". Y por supuesto, ellos siguen sin dejar de hablar (herencia materna, desde luego), corren, saltan, gritan, bailan, se abrazan y se pelean...son un tiovivo familiar, adorables terremotos que testean nuestra paciencia.

Como broche final del día y para acabar de probar su resistencia (o la nuestra) se nos ocurre hacer una excursión por el bosque, que acaba siendo más larga de lo que habíamos planeado inicialmente. Los niños disfrutan y hacen carreras, suben,escalan, saltan piedras, más carreras...no les importa la distancia y sólo paran para tomar tres galletas y agua. Suficiente para cargar sus baterías.

Esforzándome por seguir su paso y el de Eduard, me planteo si son de este planeta o soy yo la que me he equivocado de mundo. Estoy agotada, pero la dignidad es lo último que se pierde, así que le saco el último jugo a mis pilas oxidadas para ponerme a la altura.

De vuelta y llegando a nuestro destino, Martina, con una gran sonrisa y con cara de no haber parado en todo el día, me pregunta: "¿Puedo correr?". Y tras darle permiso, sale disparada, perseguida por Jaume, que intenta alcanzarla. Como si no hubieran hecho nada en todo el día... Los miro y no me lo creo, he subido un nuevo escalón en mi capacidad de sorpresa. De momento, esta noche,cenaré sus cereales aunque su edad...¡ya no la pillo!

Txell

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