jueves, 1 de marzo de 2012

Así nos ven...

Desde que soy madre, no tengo una imagen real y objetiva de mí misma. Quizás la dedicación a los niños, el trabajo y el poco tiempo que queda para mi pareja, no me permiten dedicarme y analizarme todo lo que debiera. Por eso me gusta que mis hijos me den su opinión. Ya sé que tampoco es fiel a la realidad, porque el cariño muchas veces distorsiona, pero me gusta su particular visión de las cosas, su mundo imaginativo y la simpleza de sus observaciones.

Jaume, con 4 años, muchas veces me ve como una compañera de juegos. Se enfada y me dice que no me invitará a su fiesta y, al cabo de un momento me dice que se casará conmigo y que celebraremos una boda ( "e invitaremos a papá y Martina ¿vale?"). Mi autoridad le molesta y le cuesta entender, pero creo que en el fondo la agradece. Los niños quieren límites al mismo tiempo que te ponen contra las cuerdas. Los besos pegajosos con aire de chupachup ayudan, en muchos momentos, a suavizar nuestras tensiones educativas. A mi tozudo cariñoso, no lo cambio por nada, porque es dulzura recubierta de energía y descubrimiento del mundo...pero reconozco que muchas veces me pone a prueba y me demuestra que todavía tengo mucho que aprender en esto de ser madre.

Martina, con 6 años, ya está en otra fase. Es una compañera animosa a la que le gusta ayudar. Cuestiona y soluciona y empieza a darse cuenta que el mundo no sigue un orden lógico. Con sus primeros pinitos en cuanto a sentido del humor es un gran apoyo que me ayuda a no perder los papeles. Sabe comunicarse y darme más pistas sobre sus sentimientos y me pone las pilas si es necesario. Sus razonamientos me muestran que a veces me equivoco, pero que también los hijos saben dar oportunidades y mostrar el camino. Sinceridad infantil al poder, aunque a veces cueste aceptarla.

Difícil, esto de educar, ser madre y justa....de dar lo mejor de tí misma cuando has tenido una jornada de trabajo tensa y agotadora...de estar atenta, de ser una superwoman y de tenerlo todo bajo control...Pero mis hijos se merecen una madre alegre y dispuesta, que sepa darles pautas, cariño y que no pierda esa magia que no sólo nos da la infancia. Así que hay que seguir al pie del cañón, disfrutando de los buenos momentos, aprendiendo y tomando apuntes en este gran máster familiar en el que hemos decidido apuntarnos.

Para acabar, un dibujo de Martina, uno de sus últimos regalos gráficos. Me veo estilizada y sensual, y me hace reír, pensando la imagen que tiene de mí.





Txell

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